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Agapito Maestre

Rituales falsos

Soy escéptico, muy escéptico, sobre la inteligencia de Rajoy para crear una genuina alternativa política. No seré yo quien alimente una ilusión vacía. De hecho, tildaría de ingenuo, o peor, fanático, a quien crea que Rajoy es una alternativa nacional.

Ayer, bajo la mirada fría y geométrica de Rodríguez Zapatero, volvió a reunirse la casta política para ocultar lo evidente: la Constitución de 1978 está muerta. El Tribunal Constitucional oficia el último responso, mientras acaricia el pacto entre socialistas y nacionalistas, en Cataluña, con una sentencia políticamente correcta, o sea, injusta. La Constitución de 1978 es inviable con Rodríguez Zapatero en el poder. La Constitución fue creada para canalizar la fidelidad de los partidos políticos al Estado-nacional, pero los políticos profesionales, dirigidos por el implacable Rodríguez Zapatero, han hecho de esa norma la principal baza para su destrucción.

El Estatuto de Cataluña, avanzadilla del resto de estatutos, es la principal referencia "legal" de la destrucción de la Constitución, o sea, de la principal norma que debería darle legalidad al Estado-nacional. Nadie se engañe, hoy por hoy, el Estado-nacional, España, no existe nada más que como un símbolo vacío en los falsos rituales de los días de fiestas. Es el adorno que utilizan los políticos para ocultar su falta de lealtad a la Ley de leyes. La Constitución ha quedado reducida a ser un vulgar aditamento de un Estado-nacional muerto. La ingeniería política de Rodríguez Zapatero ha llevado a este país a una alternativa diabólica: o Constitución o confederación de pequeños Estados.

En otras palabras, el fin de la nación española nos pone ante una alternativa cruel: o seguimos engañándonos con la existencia de una democracia constitucional o nos sumamos a la "dictadura de los comisarios" impuesta de modo fáctico por la coalición entre socialistas y nacionalistas. Naturalmente, son muchos los españoles que todavía se preguntan sobre la "alternativa" del PP para defender un discurso nacional basado en la Constitución. De momento, soy escéptico, muy escéptico, sobre la inteligencia de Rajoy para crear una genuina alternativa política. No seré yo, pues, quien alimente una ilusión vacía. Por el contrario, tildaría de ingenuo, o peor, fanático, a quien crea que el PP de Rajoy es una alternativa nacional a la basura de confederación de "estadillos", que lidera Rodríguez Zapatero.

Descarto, por lo tanto, la opción actual de los populares por ridícula, o sea, porque la dirección del PP de Rajoy es incapaz de fijar con solvencia intelectual quién es su enemigo político. Y, como nos enseñó Carl Schmitt, sin enemigo que batir no hay política posible. En fin, porque los actuales dirigentes del PP sólo aspiran a llevarse bien con todos, especialmente con los que tomaron la iniciativa de dinamitar la nación a partir de 1978, a saber, los nacionalistas, nadie esperare seriamente que este partido nos defienda de los agresores nacionalistas. Más aún, cuando la Constitución ha saltado hecha añicos, alguien que se debate entre pactar con el PSOE o con los nacionalistas, es peor que un traidor. Es un estulto.

En España

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