Nuestra sociedad tiene rasgos primitivos, especialmente en el ámbito político, que funcionan como un gran reloj de precisión suiza en épocas electorales. Millones de votantes volverán a dar su voto al PP, sencillamente, porque creen que todos los daños que les ha infligido el Gobierno, durante estos tres últimos años, tienen poderes mágicos. Ha merecido la pena, dirán esos votantes, nuestro esfuerzo, entrega y, sobre todo, el castigo recibido por Rajoy y su Gobierno: volveremos a votar al PP. Es un comportamiento similar al de los enfermos terminales ante el curandero; sí, después de visitar a un médico-curandero, son muchos los enfermos terminales que creen curarse, porque han pagado mucho dinero… Algo parecido pasa en los procesos electorales; piensen, por ejemplo, a pesar de las tropelías cometidas por el PP sobre sus electores, siempre habrá gente, millones, que les volverá a votar. El lenguaje de tabernáculo resulta expresivo: "Al personal le va la marcha". Al ser humano le gusta sufrir. En verdad, el sentido común, que en sentido estricto es el mejor sentido político, ha desaparecido hace tiempo de nuestra sociedad. Domina el primitivismo.
Por eso, precisamente, nadie puede desdeñar que Rajoy pudiera ganar las próximas elecciones generales con el simple reclamo de la autoalabanza, o sea, le bastará utilizar bien el mecanismo publicitario de nuestra época, que ha revelado tanta eficacia en la política como en la publicidad comercial, para conseguir permanecer en el poder. No descarto que con el simple apotegma de que el PP lo ha hecho de fantasía en la economía, incluso insistiendo en que ha evitado que la UE nos interviniera nuestras cuentas nacionales, Rajoy pudiera lograr unos buenos resultados en las próximas elecciones. Por lo tanto, a pesar de todo lo que han pagado los votantes del PP al Gobierno de Rajoy –los impuestos a las clases medidas están por la nubes, las clases populares empobrecidas, las clases medias arruinadas, nuestros mejores cerebros en el extranjero, el sistema educativo roto y la sanidad en cuestión, casi todo el Gabinete de Gobierno quemado, peligro de desaparición de la nación, etcétera–, no es descabellado pensar que el recurso a la autoalabanza pudiera salvar a Rajoy. Las sociedades primitivas son así de crédulas. Uniformadas.
Reitero: la sociedad española, como los enfermos terminales, cree siempre que pueden salvarse por pagar un precio muy alto. No lo duden, amigos, la economía de los sentimientos de millones de votantes del PP, incluso todos los que ahora se abstienen en las encuestas, será gestionada con precisión por el poder para que su voto sea para Rajoy. El primitivismo de nuestra sociedad, junto a la agitación del miedo a Podemos, son los mejores aliados del PP para ganar elecciones. El resto es humo.