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Agapito Maestre

Todo está pactado

España no tiene pulso. Está muerta. Zapatero lo ha entregado todo. Sólo falta saber si Galicia llegará a tiempo en esta legislatura, la última de lo que fue una democracia, para definir su nación.

No lo dude, señora Fernández de la Vega, su presidente no quiere respeto. Eso es algo demasiado grande. Las víctimas, por el contrario, sí aspiran al respeto. Acaso por eso irán a verlo a La Moncloa. Sin embargo, yo no acabo de entender la visita. Pobres víctimas, pobres ciudadanos, estamos siendo apaleados por Zapatero, pero aceptan, aceptamos, visitarlo sin saber muy bien por qué y para qué. Son las inercias, las últimas de lo que una vez fue la vida democrática de España, para quienes creen que vivimos en una nación normal. Rescoldos para agotar la esperanza de una vida democrática. Falso. Sí, todo es ridículamente falso, apelmazado y amanerado. Todo está ya pactado. Todo está ya decidido. Todo tiene fecha de caducidad. Zapatero lo sabe, pero no se conforma con mantenernos alejados de su poderío. Quiere sensaciones más fuertes. Su resentimiento esta ansioso de venganza. Sin pudor y sin miramiento con sus súbditos, nos obliga a caminar de rodillas. ¡No quiere oír hablar de respeto, no, sólo de obediencia!

Unos, como Peces-Barba, se retiran, porque saben que será duro, durísimo, el porvenir. Otros, como Bono, el inmoral Bono, declara que sabe poco del asunto, pero lo que ha llegado a sus oídos no es bueno. Otros, como Jordi Sevilla, un ministro de algo que sólo es un residuo, escribe una cartita meliflua a El País simulando que existe una Administración Pública, cuando la muerte de la Función Pública española ha sido certificada por sus correligionarios y los nacionalistas en el Congreso. ¿Sabrá este señor quién fue Max Weber?

Todo es engaño. Hasta el PP, me atrevo a decir, "hace que hace" con las firmas, desde que perdió definitivamente la batalla de la estrategia.

Por lo tanto, no estamos próximos al fin, claro que no, porque todo está ya roto. Fragmentado. España no tiene pulso. Está muerta. Zapatero lo ha entregado todo. Sólo falta saber si Galicia llegará a tiempo en esta legislatura, la última de lo que fue una democracia, para definir su nación.

Pero, ay, las víctimas, los genuinos ciudadanos de España, visitarán a Zapatero. Se engañan, o mejor, nos engañamos. Llegan tarde, en realidad, todos los españoles llegamos tarde, muy tarde, a lo pactado con ETA por el mayor enemigo de España. Excepto los estultos y los inmorales, apenas hay nadie que no sepa ya que todo está perdido. Zapatero le ha concedido a los terroristas lo que pedían: dos mesas de negociación y la aprobación de un Estatuto para el País Vasco semejante al de Cataluña. Eso es todo. La nación ha muerto. El Estado democrático ha desaparecido. Lo que se aprobará en las Cortes será tan funesto como el Estatuto catalán, que día a día, hora a hora, está aprobándose en el Congreso de los Diputados, mientras el PP, insisto, recoge firmas para "hacer que hace".

La democracia se está desangrando. Estamos asistiendo a la muerte del Estado democrático y todo parece normal. La tragedia no ha hecho nada más que comenzar.

A pesar de todo, estaré el día 25 en la manifestación de la AVT. Nuestra última esperanza.

En España

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