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Agapito Maestre

Un discurso casi autocrítico

El discurso de este año ha tenido altura. Ha levantado acta de la idea central de la Monarquía Parlamentaria: “La justicia es igual para todos.” ¿Es así en España?

Nunca es tarde si la dicha llega. El Rey también ha hecho una sutil autocrítica en su discurso de Navidad. Ojalá tenga repercusión institucional y constitucional para el caso de la Casa Real sobre Urdangarín; digo bien Casa Real, porque este asunto no sólo se refiere al yerno del Rey, sino a la institución que no ha sabido, o no ha querido, vigilar con la debida atención una conducta poco ejemplar de un miembro de la familia real. Quizá la fórmula elegida por Don Juan Carlos para condenar la conducta de Urdangarín sea suficiente para eludir su regia responsabilidad moral que debería ser, dicho sea de paso, como la del resto de los españoles, pero la Constitución, por desgracia, exime al Rey de España de la práctica de una virtud fundamental para el buen funcionamiento de una sociedad.

También aquí, en el capítulo dedicado al Rey, la Constitución tiene que ser reformada, porque no entiendo, en realidad, nadie entiende, porque al Rey no se le exige la misma responsabilidad que a cualquiera de los mortales por la vía Constitucional; en efecto, si este Estado-nación, España, es en verdad una Monarquía Parlamentaria, entonces no se comprende, no entra en una cabeza moral, por qué la figura del Rey "no esta sujeta a responsabilidad". Es otra extrañeza de nuestra Carta Magna que debería ser reformada ya, entre otros motivos, para que nadie diga de nosotros que somos diferentes al mundo democrático. Estoy convencido de que el Rey si pudiera, lejos de poner frenos a esta reforma, la promocionaría. La pelota está en el tejado del legislativo.

En cualquier caso, después de este discurso, hay algo que nadie pondrá en cuestión: el Rey ha asumido la crítica con cierta naturalidad, e incluso ha dado pasos inconcebibles hace unos años, porque se ha lanzado con criterio democrático a la defensa de la institución de la Monarquía por encima de sí mismo y de sus familiares. Independientemente de que guste más o menos la fórmula elegida para condenar, incluso antes de que la justicia lo haga, la conducta reprobable de uno de los miembros de la familia, parece que ha sido impecable la referencia a su sucesor, porque por primera vez, en la historia de estos discursos, se ha referido al Príncipe Felipe. ¿Por qué ha tardado tanto Don Juan Carlos I en darle ese protagonismo al Príncipe Felipe, a todas luces, un hombre de conducta ejemplar a la hora de cumplir sus deberes ciudadanos?

El discurso de este año ha tenido altura. Ha levantado acta de la idea central de la Monarquía Parlamentaria: "La justicia es igual para todos." ¿Es así en España?

En España

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