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Agapito Maestre

Un Gobierno extemporáneo

La época de Zapatero respecto a períodos anteriores se ha caracterizado por una manera anti-histórica, casi anacrónica, de ejercer el poder en una democracia occidental.

Las manifestaciones a favor de la vida del domingo son de tal envergadura que debería hacernos pensar sobre la absoluta carencia de reputación de un Gobierno que, sin embargo, pretendía alcanzarla embistiendo primitivamente contra el civilizado concepto de "los derechos del nasciturus". Zapatero ha arremetido contra la vida y se ha encontrado con la protesta en la calle. Las movilizaciones ciudadanas contra las pretensiones del Gobierno de Zapatero para hacer pasar por normal un recurso último y traumático de las mujeres, es decir, para transformar tan salvaje como ideológicamente una acción agresiva en un suceso cotidiano, debería conducir a los socialistas a una seria meditación sobre el uso ideológico que están haciendo del aborto.

Más aún, si el PSOE fuera un partido que prestara atención a los problemas transversales que tienen todos los grupos políticos, debería convertir en una obligación satisfacer las civilizadas e históricas demandas de quienes se movilizan a favor de la vida. No creo, sin embargo, que presten, de momento, atención a esas movilizaciones, porque el propósito socialista de convertir el delito de aborto en un derecho, como si se tratara casi de un método más de anticoncepción, debe interpretarse en un contexto de regresión sustancial del PSOE de González, más o menos socialdemócrata y respetuoso con los valores occidentales de origen judeo-cristiano, a formas revolucionarias típicas de los comienzos de los años treinta del siglo pasado.

El camino de Zapatero, lejos de lo que piensan algunos indocumentados "politólogos" de "falsos y nuevos derechos", es un camino peor que hacia atrás. Es un camino anacrónico. Es una forma anti-histórica de hacer política. Extemporánea. La reforma de la ley del aborto es tan extemporánea que ni siquiera estaba contemplada en el propio programa político presentado por Zapatero en las últimas elecciones. La reforma de una ley de tal calado necesita de algo más que mayorías. Requiere acuerdos de transversalidad política y moral entre los diversos grupos parlamentarios. Exige un genuino consenso democrático. Civilización. O sea, todo lo contrario de lo que viene haciendo Zapatero desde 2004, que trata de imponer sus criterios al margen de todos o, por supuesto, con la complicidad de los grupos nacionalistas.

La actuación planificada de la comisión parlamentaria creada para la reforma de esa ley, que tenía su único objetivo en legalizar el "aborto libre", los modos irracionales –sí, sí, irracionales, porque sólo han consultado con los lobbys económico pro-abortistas– utilizados por la ministra encargada de la cosa, y los "argumentarios aborteros" para no discutir lo fundamental, el derecho a la vida, elaborados por el Ministerio de la Igualdad, son otros tantos ejemplos de esa forma "revolucionaria" de actuar el Gobierno Zapatero. ¿Revolucionaria? Sí, sí, actuar al margen de la historia y de lo que opinan millones de seres humanos. Son gentes con tan poca "conciencia histórica", o sea, sin genuina memoria, que incluso desprecian a los socialistas que, seguro que los hay, se han manifestado contra el proyecto abortista del Gobierno.  

Por lo tanto, las movilizaciones a favor de la vida y contra la "incultura" de la muerte impulsadas por Zapatero tienen que situarse en el mismo camino que, en la legislatura pasada, abrieron las grandes manifestaciones cívicas a favor de "la memoria, la dignidad y la justicia" de las víctimas del terrorismo convocadas por la AVT contra la negociación, no menos extemporánea que la reforma de la ley del aborto, de Zapatero con ETA. En fin, la regresión política de España durante los últimos cinco años será de carácter sustancial, en mi opinión, cuando sea estudiada en las próximas décadas por los historiadores de la etapa de Juan Carlos I en la Jefatura del Estado. La época de Zapatero respecto a períodos anteriores se ha caracterizado por una manera anti-histórica, casi anacrónica, de ejercer el poder en una democracia occidental.

Zapatero, en efecto, no sólo ha despreciado a la oposición, sino que ha adoptado medidas sin contar con la sociedad, o mejor dicho, con la sociedad civil más desarrollada moral y políticamente de España.

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