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CIENCIA

El otro juicio a J. J. Benítez

En ciencia, seguimos sin hacer los deberes. Según datos de la Comisión Europea nuestro país debería aumentar en dos puntos la inversión dedicada a Investigación y Desarrollo para acercarse al mínimo óptimo continental. No parece que de aquí a 2010 podamos conseguirlo.

En ciencia, seguimos sin hacer los deberes. Según datos de la Comisión Europea nuestro país debería aumentar en dos puntos la inversión dedicada a Investigación y Desarrollo para acercarse al mínimo óptimo continental. No parece que de aquí a 2010 podamos conseguirlo.
J. J. Benítez

Seguimos sin hacer los deberes porque la última encuesta sobre percepción social de la ciencia realizada por la Fundación Española de Ciencia y Tecnología (FECYT) arroja que el 53 por 100 de los españoles consideramos que nuestro país está muy por debajo de nuestros vecinos europeos en excelencia científica.

Seguimos sin hacer los deberes porque más de la mitad de los ciudadanos preguntados cree que la educación científica que recibió en la escuela es de calidad baja o muy baja.

Seguimos sin hacer lo deberes porque en España, donde tienen sede excelentes escuelas de negocios, no hay ni de lejos el mismo número de buenos centros de educación científica de prestigio internacional.

Así las cosas, al juzgado número 5 de Primera Instancia de Getxo no se le ha ocurrido otra cosa que colaborar con la causa dictando sentencia a favor de uno de los más poderosos divulgadores de las pseudociencias esotéricas y en contra de uno de los más prestigiosos periodistas científicos de este país. Muy oportuna, señor juez, su contribución a la celebración del Año de la Ciencia en España.

Luis Alfonso Gámez, aguerrido escritor de ciencia, deberá indemnizar a J. J. Benitez, aguerrido difundidor de mitos anticientíficos, con 6.000 euros por un delito de vulneración del honor.

La causa: la nómina de artículos que el primero ha escrito denunciando la interminable lista de inexactitudes, mentiras, supercherías, incorrecciones y dislates que ha venido vertiendo Benitez en su serie televisiva Planeta Encantado que TVE emitió en 2003.

Una de las piedras de IcaEs cierto que el juez no entra a valorar la calidad científica del trabajo de demandante y demandado y que sólo castiga lo que en su criterio son expresiones innecesarias que afectan al honor del primero. Es cierto, asimismo, que la propia sentencia restringe el grado de protección del honor del demandante por considerarle una persona polémica, que vierte informaciones que pueden herir y del que "se han dicho cosas peores". Pero en los círculos de la superstición ya se vende este fallo como un triunfo y un espaldarazo a las teorías esotéricas del autor de Caballo de Troya.

¿Y en qué consisten esas teorías? Veamos algunos ejemplos:

  • Benítez utiliza supuestas tallas de piedra halladas en Ica (Perú) para demostrar que los seres humanos convivieron con los dinosaurios. Desconozco qué interés tiene en sugerir tal dislate (los dinosaurios se extinguieron hace 65 millones de años y el primer homo moderno no tiene mas que dos millones de años de antigüedad). Lo que es evidente es el absoluto desprecio por los hechos del que hace gala el autor. Las piedras de Ica son desde hace tiempo un ejemplo prototípico de fraude. En concreto desde que se encontró en ellas pintura moderna y restos de papel de lija.
  • Con idéntico rigor, don Juan José aventura que los moais de la isla de Pascua viajaron volando desde la cantera del volcán Ranu Raraku donde se tallaron, hasta su situación actual gracias al poder sobrenatural del rey y de los sacerdotes. Sin despeinarse, en otro capítulo asegura literalmente que "nadie podría imaginarse a Jesús de Nazareth sentado en las gradas del coliseo romano, pero así fue: durante su estancia en la Roma de Tiberio, el maestro disfrutó también de los juegos y de la belleza de la capital del Imperio". Los textos que el juzgado de Getxo ahora condena recogían entre otras cosas la obviedad de que Jesucristo debió de morir al menos 50 años antes de que comenzara la construcción del Coliseo.
  • Al señor Benitez tampoco le entra la risa en otro pasaje de su obra, cuando vende como "imágenes inéditas" una animación digital de una supuesta base extraterrestre que, según cuenta, descubrieron los astronautas del Apollo 11 al llegar por primera vez a la Luna.

No creo que merezca la pena seguir relatando el tipo de material que está acostumbrado a servir en sus libros y producciones visuales J. J. Benítez. A uno le sigue resultando un auténtico misterio cuál es la motivación del autor para hacerse eco de todo mito, superchería y creencia anticientífica que le sale al encuentro.

Lo más benevolente sería pensar que se limita a ejercer su derecho a ganarse la vida con ello. Pero, en este año de la Ciencia en España, en medio del esfuerzo que organismos públicos y privados están realizando para levantar el ánimo a nuestra pobre educación en la materia, se tiene la tentación de pensar que J. J. puede hacer más daño del que muchos creen al tierno cerebro de nuestros educandos.

Está en su derecho, por supuesto, como también lo están los buenos periodistas científicos como Gámez para denunciarle y ponerle en evidencia. Lo que no está tan claro es que una televisión pública de un país empobrecido de conocimiento científico y yermo de educación técnica esté en su derecho de dar cabida a este tipo de producciones. Es lo que el autor ahora condenado intentaba denunciar. Amigo Gámez, lo que el juez ha castigado, en fin, es tu exceso de adjetivación. Te empeñaste en calificar una obra que se califica por sí sola.

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