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¿QUÉ ES EL LIBERALISMO?

Las virtudes de la libertad

“Nadie tiene derecho a meterse en la vida ajena para mejorar, contra su voluntad, la suerte del otro, ni tampoco es lícito alegar farisaicamente que lo que persigue es el bien ajeno cuando lo que realmente se busca es el interés propio”. Con citas como esta, Ludwig Von Mises (1881-1973), uno de los pensadores liberales más importantes de todos los tiempos, resume lo que es el liberalismo: una doctrina que pretende conseguir el bienestar para todos apoyándose en la división del trabajo, la libertad, el derecho a la vida y la propiedad privada.

“Nadie tiene derecho a meterse en la vida ajena para mejorar, contra su voluntad, la suerte del otro, ni tampoco es lícito alegar farisaicamente que lo que persigue es el bien ajeno cuando lo que realmente se busca es el interés propio”. Con citas como esta, Ludwig Von Mises (1881-1973), uno de los pensadores liberales más importantes de todos los tiempos, resume lo que es el liberalismo: una doctrina que pretende conseguir el bienestar para todos apoyándose en la división del trabajo, la libertad, el derecho a la vida y la propiedad privada.
Ludwig von Mises
Mises, autor sumamente prolífico conocido por títulos tan notables como su famoso tratado de economía “La Acción Humana”, resume con bastante acierto en “La acción humana” algunas de las virtudes del ideario liberal, si bien, adolece de algunos vicios menores.
 
Para el maestro de Hayek, el liberalismo ha sido históricamente el motor del progreso al permitir que se reduzca la mortalidad infantil, liberando las “fuerzas productivas del hombre” y multiplicando los medios de subsistencia a la par que las libertades de los individuos.
 
Curiosamente, aunque el autor menciona algunas de las cuestiones más relevantes para un liberal, como la propiedad privada, la igualdad ante la ley, la paz o el Estado limitado, no ofrece una definición de lo que es el liberalismo. A falta de tal definición, podríamos decir que se trata de un ideario que defiende la soberanía del individuo frente a la sociedad y al Estado, considerando que para que las sociedades cooperen pacíficamente, no cabe más que ponerse de acuerdo en unos derechos mínimos: vida, libertad y propiedad. De este modo, el liberalismo aunque pone el acento en el individuo persigue la cooperación social e impide la barbarie entre las personas. Para tal fin, subraya la necesidad del Estado, el cual debe asumir únicamente un papel reducido, a saber: proteger la vida de las personas, impedir el robo y otros delitos, y administrar justicia. Ampliar su espectro de responsabilidades supondría, privar a los sujetos de su libertad de elección y redistribuir la renta de unos a otros en un proceso claramente expoliador.
 
Frente a esta postura el socialismo considera que el tipo de sociedad que el liberalismo anhela no puede darse a causa del “conflicto de clases”. Pero si no fuera cierto lo que sostiene la izquierda, entonces cabría concluir que la sociedad liberal es posible. En palabras de Mises: “para demostrar la teoría de la lucha de clases deberían demostrarse dos cosas: los intereses personales de todos los componentes de la clase en cuestión son idénticos y coincidentes y, que lo que beneficia a una clase perjudica a las demás. Esto no lo ha conseguido nadie; ni siquiera hay quien lo haya intentado”. El liberalismo, en cambio, ha demostrado que “jamás se produce ese supuesto antagonismo entre los intereses de personas, clases o estamentos”. Como ejemplo, el autor emprende una crítica sublime al intervencionismo del Estado en materias tales como el salario mínimo, el control de precios o las empresas públicas. Al fin y al cabo, no hay que olvidar que el infierno está empedrado de buenas intenciones.
 
Antes hemos mencionado que el libro adolecía de una definición de lo que implica el liberalismo. Pues bien, asimismo es preciso señalar que hay otro aspecto relevante en el que Mises yerra. El autor, al igual que otros pensadores liberales (Friedman, Buchanan, Hazlitt,…) asume el utilitarismo como su filosofía y por eso las virtudes del liberalismo siempre se explican apelando a la prosperidad y el progreso que se derivan de un régimen de libertades.
 
Sin embargo, sabemos por propia experiencia que en cualquier discusión con un socialista esto no es suficiente; mientras que éste apelará a la solidaridad, el liberal, si sigue a Mises, sólo puede hablar de eficiencia. Si oponemos la solidaridad a la eficiencia o a un hipotético progreso general, sin duda, gana el altruismo. Y esto es así, porque la gente quiere saber que vive en una sociedad “justa” que, en caso de que fracase, el Estado le protegerá.
 
Ante esto el liberal tiene la obligación de exponer una filosofía que explique claramente cómo el individuo para sobrevivir, necesita de los derechos, precisa de una esfera para tomar sus propias decisiones y responsabilizarse de las consecuencias de sus acciones. También debe recordar que no existe solidaridad alguna en que el Estado recaude impuestos coactivamente y los destine, en teoría, a la ayuda al más desvalido porque la única solidaridad es la voluntaria, es decir, la caridad y que para ejercerla primero debe existir prosperidad. Asimismo, el liberal tiene que incidir en que vivir a costa de la sociedad y el Estado convierte a las personas en dependientes y frustra sus aspiraciones en la vida. El capitalismo, en cambio, si que ofrece mejoras en el bienestar de las personas y les permite vivir de la forma que elijan sin tener que dar cuentas a los demás.
 
Evidentemente, todo esto, está sujeto a muchos matices aunque resulta apropiado apuntar algunas de las líneas por donde el liberalismo podría desarrollarse como, de hecho, han conseguido con cierto éxito filósofos de la talla de Tibor Machan o Eric Mack.
 
Aún con las discrepancias que hemos comentado, el libro merece leerse porque expone de forma muy clara cómo funciona la cooperación social bajo el mercado y cómo sólo puede haber paz entre las naciones si opera el libre comercio y se destierra el colonialismo y el imperialismo.
 

Cuando Mises murió en 1973, el mundo aún padecía el comunismo y millones de personas vivían peor que las ratas. Algo se ha mejorado desde la caída del muro de Berlín, aunque, siendo realistas, no estamos viviendo bajo la influencia del liberalismo. Máxime al observar la tendencia de países como España donde el futuro no puede ser más lúgubre. Sin embargo, las tesis liberales son optimistas porque defienden que, a la larga, la gente se percatará de los beneficios a que conduce el capitalismo. Para ello, habrá que seguir el consejo de Mises: “agudizar sin descanso las armas dialécticas para persuadir a la gente que admita nuestros principios y, de esta forma, la única posible, acabará sin duda prevaleciendo”.

Ludwig von Mises, Liberalismo, Madrid, Unión Editorial

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