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GENTES DEL LIBRO

R. L. Stevenson: Tusitala

"Vale más vivir y morir de una vez, que no languidecer cada día en nuestra habitación bajo el pretexto de preservarnos". Palabra de Robert Louis Balfour Stevenson, el célebre escribidor escocés.

"Vale más vivir y morir de una vez, que no languidecer cada día en nuestra habitación bajo el pretexto de preservarnos". Palabra de Robert Louis Balfour Stevenson, el célebre escribidor escocés.
Un joven Robert Louis Stevenson con su padre

Hablar es gratis, ya se sabe, por eso mentimos más que Pinocho en sus momentos de esplendor trolero; lo que cuesta es decir digo y no hacer Diego. Y a fe que Stevenson se puso el listón alto: anduvo enfermo gran parte de su corta vida, pero no hizo otra cosa en la ídem que patearse el mundo. Así que rindámosle tributo por partida doble: por coherente y por voluntarioso.

Vino a nacer el 13 de noviembre del año 1850, en Edimburgo. El niño estaba malo cada dos por tres, y un día sí y otro también le tocaba guardar cama; de modo que "No languidecer" dio en conchabarse con la imaginación. Desde entonces no se abandonaron: ellos nunca lo harían.

En un principio RLS se matriculó en Ingeniería en la universidad de su ciudad natal, pero a los cuatro años (1871), y luego de mantener su primer encontronazo con la de la guadaña a cuenta de una grave afección respiratoria, cambió los libros técnicos por el Derecho. Se recibió de abogado en 1875, y aunque se inscribió como tal en el foro de Edimburgo ya lo tenía bastante claro: lo suyo era la literatura.

Por ver de meter en cintura a la tuberculosis llevó, como hemos dicho, una vida bastante trajinera, y puso negro sobre blanco sus peripecias vagamundas. Así, en Viaje tierra adentro (1878) relata sus recorridos en canoa por tierras belgas y gabachas, y en Viajes en burro por las Cévennes (1879) da cuenta de sus andanzas por esa serranía del sur de Francia. Parece obvio que, a la hora de elegir medios de transporte para sus excursiones, no era lo que se dice un tiquismiquis.

Veintiséis años tenía nuestro personaje cuando conoció a la cuasi cuarentañera Fanny Osbourne, yanqui, divorciada y madre de dos hijos. Contrajeron matrimonio el 19 de marzo de 1880, en California. Y al poco pusieron rumbo a Davos, Suiza, patria de los tuberculosos.

Cambia RLS la literatura de viajes por el ensayo en 1881, con la publicación de Virginibus puerisque, al que siguió Estudios familiares de hombres y libros (1882) y, más tarde, Memorias y retratos (1887). También en este género rayó a gran altura el escocés errante.

Robert Louis Stevenson en su escritorioVa siendo hora de que hablemos de la novela que se ha enseñoreado de las almas de tantas generaciones de niños y no tan niños, La isla del tesoro, claro. RLS comenzó a componerla en septiembre del 81 en Braemar, cerca del castillo de Balmoral, residencia veraniega de los reyes de la Gran Bretaña. En 1882 ya estaba a disposición, por entregas, del público lector del Young Folks Magazine. Iba firmada por un tal Capitán George North, y es que al amigo Robert Louis le dio por valerse en aquella hora de un pseudónimo. La versión libresca vio la luz en 1883.

Pasen y lean, esto que hemos pescado en la Red. Al habla Stevenson:

"En la Cabaña de Fuego Miss MacGregor había un joven que reclamaba a los gritos cualquier cosa 'un poco dura para excitar el espíritu'. No pensaba por cierto en literatura: el arte de Rafael parecía el único que aplacaba sus exigencias, y con la ayuda de una pluma, tinta y una caja de acuarelas de un chelín había transformado una de las piezas en una galería. Mi primer deber ante esta galería era la de ser un visitante atento. Pero a veces, cuando sentía deseos de detenerme, me juntaba con el artista (si así puede llamárselo) ante su caballete y pasaba la tarde en una alegre emulación, haciendo en su compañía coloridos dibujos. En ocasión de una de estas sesiones dibujé el mapa de una isla. Estaba cuidadosa y (al menos yo lo pensaba así) hermosamente colorida. En particular fue su forma lo que acaparó mi imaginación más allá de toda expresión. Había allí caletas y puertos que me encantaban tanto como un soneto, y con la inconsciencia de los predestinados bauticé mi obra como La isla del tesoro".

Del cerdo se aprovecha todo, decimos en las Batuecas. RLS hacía lo propio con las enfermedades. Lo cual que decidió valerse de unas tremebundas pesadillas pergeñadas por una de aquéllas para alumbrar El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hide (1886), en la que nuestro enfermo nada imaginario "se dirige –ha escrito Eduardo Mendicutti– de un modo muy directo al interior de nosotros mismos".

Retrato encargado por Robert Louis Stevenson como regalo a su mujerDurante sus primeros días en los escaparates londinenses –comenzó a habitarlos el 9 de enero–, Jekyll y Hide pasó prácticamente inadvertida; todo cambió dos semanas más tarde, cuando el Times publicó una crítica elogiosa de la obra. Al cabo de medio año se habían vendido ya 40.000 ejemplares en la tierra de John Bull, y para cuando el siglo XIX entregó el testigo al XX los norteamericanos se habían hecho ya con otros 250.000.

Mil Ochocientos Ochenta y Siete trajo la muerte de Thomas Stevenson, padre de RLS. Decide entonces éste abandonar Escocia para siempre. Nueva York, Saranac Lake, San Francisco, Papeete, Honolulú son algunos de los lugares que visitará antes de asentarse, en octubre del 90 y para el resto de sus días, en Apia, capital de las islas oceaníacas de Samoa.

Siguió escribiendo y publicando como un descosido en su etapa samoana. Hasta que, el 3 de noviembre de 1894, una hemorragia cerebral acabó, ahora sí, por ponerlo a los pies de la Dama de Negro. Fue enterrado en el Monte Vaea, en cumplimiento de sus últimas voluntades. Allá en su tumba puede leerse este poema-epitafio:

Bajo el inmenso y estrellado cielo,
Cavad mi fosa y dejadme yacer.
Alegre he vivido y alegre muero,
Pero al caer quiero haceros un ruego: 

Que pongáis sobre mi tumba este verso:

"Aquí yace donde quiso yacer;
De vuelta del mar está el marinero,
De vuelta del monte está el cazador".

Descansa en paz, al menos no se le oye toser en el Vaea, Robert Louis Balfour Stevenson, a quien los samoanos renombraron Tusitala:el contador de historias.

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