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Alberto Benegas Lynch

La supuesta magia del etanol

No es original la idea de hacer aparecer como rentable algo que en realidad no lo es mediante la transferencia forzosa de recursos de un lado a otro. Viene de tiempos inmemoriales. Todos los gobiernos autoritarios lo han hecho.

Lamentablemente, se insiste en las prendidas alquimias de los aparatos estatales. A partir del último informe de Bush al Congreso sobre el estado de la Unión, se puso de moda la peregrina idea de que, con solo desearlo, es posible convertir al etanol en un sustituto de la energía que hoy genera el petróleo. Así, el Gobierno norteamericano decidió destinar compulsivamente millones de dólares de los bolsillos de los contribuyentes para subvencionar el nuevo producto.

Desde luego que no es original la idea de hacer aparecer como rentable algo que en realidad no lo es mediante la transferencia forzosa de recursos de un lado a otro. Viene de tiempos inmemoriales. Todos los gobiernos autoritarios lo han hecho. Ahora Brasil y otros se acoplan a la fantasía estadounidense. El trillado argumento de "la independencia" conduce a que se compre más caro, con lo que indefectiblemente se pierde independencia. Todavía no se comprende que los recursos son escasos y que su empleo coercitivo va necesariamente en detrimento de otra opción preferida por la gente, lo cual hace rentable unas operaciones y produce pérdidas en otras.

Cuando el precio del barril del petróleo sube, se vuelve atractivo invertir en fuentes alternativas de energía, como la solar, nuclear, eólica, y la hidráulica. Por ejemplo, la empresa israelí Solel está desarrollando una renovada y potente tecnología solar. Además, los precios más altos obligan a reducir el consumo y, por ende, alargan la disponibilidad de las reservas correspondientes. Esto ocurre en el mercado sin interferencias estatales. Sin embargo, cuando hay subvenciones opera una reubicación artificial de los factores productivos, desde los campos naturalmente rentables hacia los que se hacen artificialmente rentables debido al subsidio, al tiempo que se desarticulan los precios relativos, trasmitiendo señales falsas al mercado y, consecuentemente, no se efectúan inversiones en sustitutos.

Por ejemplo, hoy el precio de la soja ha aumentado porque se destina una superficie mayor al maíz, precisamente como consecuencia del subsidio a que nos venimos refiriendo y, por su parte, la misma evolución del precio del maíz es ignorado por los agricultores, puesto que lo relevante para ellos es la subvención y no las señales de mercado.

Los millones de arreglos contractuales que se expresan en el mercado a través de los precios libres corresponden al conocimiento disperso y fraccionado de cada uno de los operadores y así ajusta la oferta y demanda en cada una de las múltiples y complejas etapas de producción y distribución, tanto vertical como horizontalmente. Por el contrario, cuando los aparatos estatales se inmiscuyen, esa coordinación se desarticula y el despilfarro de recursos que tiene lugar al invertir mal se traduce en consumo de capital, que a su vez afecta negativamente el nivel de salarios e ingresos, en términos reales, que dependen de las tasas de capitalización.

En economía no hay magia. Todas las ventajas o desventajas ecológicas y de otra naturaleza son sopesadas y descontadas en el mercado. La gente vota en el plebiscito diario que es el mercado, donde se establecen las prioridades para la utilización de los recursos disponibles. Si las decisiones políticas lo contradicen, la consecuencia inevitable es la pobreza. Técnicamente es posible fabricar agua sintética con dos moléculas de hidrógeno y una de oxígeno, pero el coste como señal de mercado revela que es inviable.

El precio del trigo ha aumentado debido a condiciones climáticas imperantes, especialmente la gran sequía en Australia. Así responde naturalmente el mercado. Pero hoy en Estados Unidos, la producción de trigo y maíz han sido sobrepasadas por el cultivo de marihuana debido al artificio de la prohibición, lo cual, al elevar los márgenes operativos, atrae las inversiones de la mafia, del mismo modo que ocurría durante la infame Ley Seca con el alcohol. Solamente en 2006, la producción de marihuana en EEUU fue de 35.000 millones de dólares. La ubicación del maíz en la escala productiva ahora depende de las transferencias coactivas de recursos, debido a la obsesión política del etanol. Así, las señales que envía la gente a través del mercado se opacan en grado creciente.

En Libre Mercado

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