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Alberto Garrido

La guerra de Hugo Chávez

El proceso político venezolano no es fácil de entender. Hugo Chávez llegó a la presidencia a través de elecciones democráticas. Pero lo hizo para instalar un gobierno revolucionario radical. Esa es la peculiaridad de la llamada Revolución Bolivariana que confundió, no solamente a los venezolanos, sino también a los organismos internacionales, comenzando por la OEA.

La original vía electoral para hacer una revolución cívico-militar-armada, tal como la ha definido Chávez, fue concebida en 1997. Hasta ese momento el comandante del alzamiento militar del 4 de febrero de 1992, propiciaba la abstención. Pero la dirección de su organización, el Movimiento Bolivariano Revolucionario-200, consideró que era posible ganar las elecciones en 1998 y acelerar el proceso revolucionario.

El 19 de abril de 1997, el MBR-200 realizó una asamblea extraordinaria y decidió crear, como partido electoral, el Movimiento Quinta República. William Izarra, ex oficial de la Fuerza Aérea y creador de otro grupo militar conspirativo del mismo signo ideológico, la Alianza Revolucionaria de Militares Activos (ARMA), definió en su libro En Busca de la Revolución la inédita maniobra de esta manera: “Los intentos por hacer la revolución en Venezuela se concentraron en dos modos de acción. El primero, la irrupción popular con apoyo de las Fuerzas Armadas, método que obligaba a la conspiración en el interior de las FAN. El segundo, la participación en el proceso de elecciones populares, tomar el poder por la vía electoral para, desde el gobierno, proceder a implantar el modelo revolucionario”. Izarra fue posteriormente electo senador por Caracas, y presidió en el Congreso la estratégica Comisión de Defensa. En su casa se había creado el Movimiento Quinta República.

En realidad, el proceso revolucionario se inició en 1957. Ese año, el brazo armado del Partido Comunista de Venezuela decidió penetrar las Fuerzas Armadas para impulsar una insurrección cívico-militar. En 1961 contaba con la adhesión de 170 oficiales. El 4 de mayo y el 2 de junio de 1962, bajo el mandato de Rómulo Betancourt, se produjeron los dos primeros alzamientos militares revolucionarios, conocidos como el Carupanazo y el Porteñazo. Ambos fueron derrotados, pero dejaron un elevado número de muertos. Unos 50 de los oficiales insurrectos se plegaron a la guerrilla y algunos llegaron a ser comandantes.

En 1992, 30 años más tarde, se produjeron dos nuevos alzamientos militares con el mismo propósito. El primero fue del Ejército, el 4 de febrero. Pese a ser derrotado, proyectó al teniente coronel Hugo Chávez, uno de sus jefes, como líder político. El otro levantamiento, originado en la Fuerza Aérea, lo encabezó el general Francisco Visconti. Luego de pasar un par de años en la cárcel, Chávez recibió el beneficio de la libertad del entonces presidente Rafael Caldera.

Chávez siempre mantuvo un discurso coherente. En el libro del periodista Agustín Blanco Muñoz, Habla el Comandante, publicado en plena campaña electoral, anunciaba claramente sus ideas revolucionarias. Nadie le creyó. El entonces embajador de Estados Unidos en Venezuela, John Maisto, se cansaba de afirmar que a Chávez no había que escucharlo. Bastaba con verle las manos para darse cuenta que se trata de un populista más, incapaz de llevar adelante ninguna revolución. Este mismo Sr. Maisto es desde enero de 2002 asistente especial del presidente Bush, para asuntos Latinoamericanos, en el Consejo Nacional de Seguridad.

Luego de controlar el poder y de obtener la aprobación de una Constitución que permite la intervención de las Fuerzas Armadas en todos los asuntos de los civiles, Chávez se dedicó a conquistar el mando absoluto de los uniformados. Paralelamente inició la exportación de su revolución. Creó una Internacional Bolivariana, cuya sede central funciona en Buenos Aires bajo el nombre de Congreso Anfictiónico. Sus unidades de acción, llamadas Círculos Bolivianos, aparecieron en una decena de países de América y en varias naciones de Europa, como España, Francia y Suecia. A la par que reforzó sus vínculos con Fidel Castro, desarrollando convenios en las áreas de energía, educación, salud y deportes, ha proclamado al mundo que sus aliados “estratégicos” son Hussein, Gadafi y los clérigos de Irán.

Hoy, con el manejo de los puestos claves en las Fuerzas Armadas y de la estratégica industria petrolera, Chávez advierte que el 2003 es el año de “consolidación” de la revolución cívico-militar. En el Foro Social de Porto Alegre manifestó que si no le permiten desarrollar su proyecto tendrá que apelar a las armas, citando como ejemplo al Che Guevara. Años atrás ya le había expresado a Agustín Blanco Muñoz: “Estamos ahora en una guerra política. Estamos en otra forma de guerra y no sabemos si más adelante pasaremos a la guerra armada nuevamente”.

© AIPE

Alberto Garrido es periodista y analista político venezolano.

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