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Alberto Gómez

Nunca seremos iguales

Que se entere esta dictadura de baja intensidad: ni somos iguales ni nunca lo seremos, a no ser que las circunstancias o una dictadura maten a las mujeres femeninas y a los hombres masculinos durante decenas de miles de años.

Ya está otra vez el comisariado político de la mujer a la carga. Esta vezquejándose de que las mujeres dedican demasiado tiempo a las redes sociales y menos a visitar páginas profesionales. Resulta difícil describir con palabras la sensación que me produce este tipo de cacicadas. Al menos una dictadura ejerce violencia contra la cual está legitimada la rebelión, pero la perspectiva de un batallón de inanes (e inanas) organizando saraos con nuestro dinero donde dicen constantemente cómo debemos comportarnos, no deja más que una sensación de impotencia y frustración. Pero estas campañas no están carentes de sentido, porque su objetivo es socavar y destruir el sentido común, que es aquello que hace hasta al último ciudadano sentirse con la misma capacidad para decidir por sí mismo que el primero de los ministros. Destruyendo el sentido común lo que se obtiene es una dictadura incruenta, porque se es dueño del sentido de las cosas.

Contra ese ataque peligrosísimo no queda otra que restaurar ese sentido común apoyándose en consideraciones profundas, áridas y aburridas, que necesitarían su extensión, pero aquí van unas pocas que son aplicables al caso:

Los hombres y las mujeres tenemos mentes distintas, adaptadas para actividades distintas que se complementan. Durante millones de años los hombres han cazado y las mujeres han recolectado. La caza exige coordinación de grupo, la necesidad de conocer el terreno, de planificar, de perfeccionar herramientas para el uso personal o de grupo. El éxito depende de la mejora constante en estos aspectos. En cambio, la recolección es un trabajo individual y rutinario donde juegan un papel fundamental el reconocimiento de patrones, de colores, la memoria... Al ser un trabajo rutinario, hay lugar para otras actividades mentales que se pueden realizar mientras el cuerpo está ocupado: el intercambio de información. Por eso, las mujeres almacenan y mantienen un mapa de la sociedad en la que viven mucho más detallado en aspectos que son relevantes para ellas y sus hijos, como son los parentescos, las habilidades de cada hombre y mujer, sus méritos, su carácter, etc. En cambio, la caza y la guerra exigen concentración, porque presenta problemas nuevos cada vez. Un cazador tarda años en formarse en cualquier sociedad primitiva conocida.

El resultado es la avidez de las mujeres por la información social, su capacidad verbal y su extraordinaria habilidad para realizar varias tareas rutinarias a la vez. Y a eso se debe la afición de los hombres a la política, las herramientas, la ingeniería etc. Esto es sólo una pequeña parte de las diferencias. Por tanto, es normal que a las mujeres les gusten más las redes sociales que a los hombres

Que se entere esta dictadura de baja intensidad: ni somos iguales ni nunca lo seremos, a no ser que las circunstancias o una dictadura maten a las mujeres femeninas y a los hombres masculinos durante decenas de miles de años. El pretender que seamos iguales sin serlo demuestra la naturaleza autoritaria de este régimen y su enorme estupidez. El pretender esa igualdad en base a habilidades y valores masculinos no hace más que descubrir su naturaleza profundamente antifemenina.

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