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Alberto Gómez

Arte Contemporáneo

El arte moderno es fruto del relativismo del siglo XX, donde todo este sentido común ha sido proscrito. Y con él los valores universales. En esta situación, el único lenguaje común es el de la fuerza.

Esta semana pasada ha sido la trigésima edición de la Feria de Arte Contemporáneo (ARCO) en Madrid. Para los psicólogos evolucionistas la actividad artística es, de alguna forma, similar lo que hacen los machos de ciertas especies de pájaros cuando hacen nidos y los adornan con piedras de colores. Éstos nidos atraen a las hembras, pero los pájaros no son pequeños maquiavelos que sondean los gustos de las hembras, sino que se guían por una especie instinto estético y su obra es un fin en sí mismo.

Pero el ser humano tiene muchos aspectos adicionales, además de alimentarse y reproducirse. El arte se puede definir por sus efectos en vez de por su esencia; la obra de arte muestra algo que provoca en el espectador una emoción que le impulsa al agradecimiento en diversas formas. Esto se traduce en respeto, fama, dinero o, por resumir, estatus del artista. El artista de verdad, como el pájaro que hace el nido, no busca algo más allá de su obra. Como tampoco el verdadero científico con sus descubrimientos, ni el verdadero atleta con sus marcas. El estatus es una consecuencia necesaria, pero eso no es lo que les mueve. El problema es cuando el llamado artista busca el estatus directamente y la obra de arte es su medio, no su fin. En ese caso perverso, hay atajos mucho más rentables y asequibles que el genio o la simple intención de causar impresiones agradables para la que se necesita trabajo y técnica.

Como el estatus es siempre relativo, el artista puede endiosarse a sí mismo sin más y agredir a sus espectadores, rebajando su estatus. Este estilo provocativo y "transgresor" no es solo propio del arte de las galerías; es una estrategia común en el mundo del rock. El artista y el rockero provocador hacen obras incomprensibles, estéticamente feas y tratan al público como si fueran idiotas. Esta actitud, que surgió de los excesos de auténticos genios, ha generado un gran negocio. La agresión del artista se convierte en parte de una maquinaria perfecta cuando sus ingresos provienen de subvenciones extraídas de los contribuyentes, y se acopla perfectamente con las diversas ideologías de izquierda, que se han infiltrado en las vanguardias y han brindado al "artista" herramientas e incentivos para realizar esta bastarda labor a nivel colectivo. El artista y el crítico oficiales promocionan personas, actitudes o ideologías, mientras deslegitiman a sectores enteros de la sociedad por machistas, agresores o contaminantes. La joven ganadoradel concurso de este año presenta una oportuna obra contra el franquismo y contra las cacas de perro.

Al final ¿cuál es la esencia del arte? Existe una innata percepción estética de la que nunca nadie había dudado; lo bello de ahora y siempre, en el ambiente primitivo, coincidía con lo bueno para la supervivencia y la reproducción individual y colectiva: un paisaje con animales, árboles, un río y caminos que se pierden hacia prometedores recursos. Las formas simétricas y armónicas de un rostro o del cuerpo o la longitud de los cabellos, que denotan un largo periodo sin enfermedades. El valor en la batalla, la caza coordinada, la autoridad de un hombre justo. La devoción religiosa, que apela a la conciencia y a la ayuda mutua. Todo el arte hasta el siglo XX refleja esos valores universales, que no solo son estéticos.

El arte moderno es fruto del relativismo del siglo XX, donde todo este sentido común ha sido proscrito. Y con él los valores universales. En esta situación, el único lenguaje común es el de la fuerza. La fuerza bruta de los totalitarismos o la de una élite que utiliza la agresión del "arte" para someter a los contribuyentes debilitando su sentido común, mientras los esquilma y se lo da a sus industrias de mercenarios. 

Pero una carcajada es mejor de diez mil silogismos. Ríanse leyendo a FDV.

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