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Alberto Gómez

Tonto no, sólo primitivo e ignorante

Su plan para la superación de una mala racha es esperar a que llegue el buen tiempo y regrese la riqueza igual que se fue.

ZP se niega a hacer los recortes necesarios para la recuperación, mientras reparte subvenciones como si la riqueza saliera de fuentes inagotables. Al mismo tiempo, para sujetos como él, el mundo se acaba por escasez de espacio, alimentos o materias primas. Estos y otros aspectos hacen a muchos preguntarse si ZP es tonto. No exactamente.

Zapatero es primitivo e ignorante, como todos los socialistas. Sus ideas económicas reflejan unas intuiciones tan primitivas como los primeros homínidos, adaptados a una vida en la que los bienes los produce la naturaleza. Esta situación empezó a cambiar apenas hace unos miles de años, cuando se inventó la agricultura y la vida urbana y, especialmente, cuando surgió la revolución industrial y tecnológica. A partir de entonces, los bienes no se extraen en bruto de la naturaleza, sino que los producimos nosotros, con lo que empieza una revolución económica para la que la intuición con la que venimos "de fábrica" no sirve. Heredamos de nuestros antepasados los genes que intervienen en la arquitectura y funcionamiento del cerebro y, por tanto, heredamos la mente y las percepciones mentales, incluidas nuestras intuiciones. A la vista de esto, ¿qué intuiciones económicas traemos "de fábrica"?

Los homínidos no fabricaban nada, excepto piedras cortantes. Los únicos bienes, la carne y los frutos de animales y plantas salvajes, los producía la naturaleza. Estos se apropiaban y consumían casi inmediatamente. De ahí heredamos la intuición primitiva de considerar que cualquier cosa apetecible que aparece ante nuestros ojos constituye un objeto de legítima apropiación... o de reparto a regañadientes. Para darse cuenta de ello basta observar a los niños. La noción primitiva de propiedad existía y existe, pero con respecto a lo de uno mismo, no con respecto a lo que es de los demás. La propiedad de otros era y es algo discutible para los primitivos, los niños y los no educados.

Ya que los recursos no se fabricaban sino que estaban dados por las circunstancias naturales y se agotaban localmente –de ahí la vida nómada de los hombres primitivos–, hemos heredado la intuición de que tener más significa que otros tienen menos. Por tanto, para lo más profundo de la psique de un hombre ignorante como ZP, los humanos no producen ni crean, sino que explotan, ya sea la naturaleza o a otros humanos.

Pero si situamos a un hombre primitivo en el mundo actual, y le mantenemos fuera de contacto con el mercado –por ejemplo dándole un asiento en el Congreso–, para él resultaría evidente que vivimos es una época con superabundancia de bienes y de riqueza a la vista de la publicidad y los escaparates que produce el sistema de incentivos del mercado, del cual él es ignorante. En el mundo actual de relaciones anónimas, ese hombre no conocerá los méritos que ha hecho cada uno para poseer algo más que él. Tampoco conoce ni reconoce el esfuerzo que han hecho los que han fabricado ese bien tan caro que le venden. Para ese hombre, las percepciones primitivas de superabundancia y de "injusticia distributiva" son inevitables en el mundo actual.

Por resumir, es lógico que un hombre como ZP, ignorante e improductivo, secuestrado por sus intuiciones económicas primitivas, crea que los bienes, "los puestos de trabajo" y la riqueza vengan y vayan, como los frutos de los árboles o las manadas de animales o el mineral de la tierra. Para él es evidente que los ricos son ricos porque los pobres son pobres. Piensa que las cosas están mal repartidas y su sentido de justicia le dicta que hay que repartir esa riqueza. Ni por asomo se le ocurre que ese reparto reduzca lo más mínimo el total de riqueza disponible en el futuro. Ahora bien, por mucho que tenga, sus cosas son suyas y solo suyas. Y piensa que se merece aún más. Su plan para la superación de una mala racha es esperar a que llegue el buen tiempo y regrese la riqueza igual que se fue. En el fondo cree que la crisis es un signo de agotamiento, ya que la abundancia y el consumo de Occidente indica de que estamos acabando con "lo que hay", o sea la naturaleza, y que dentro de un tiempo no nos quedarán recursos, ni siquiera comida, por lo que, como en las tribus primitivas, hay que empezar a liquidar niños y ancianos, porque a la larga no va a haber para todos.

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