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Alberto Gómez

Un país de escenificadores

Rajoy no para de reunirse y hablar con terceros acerca de lo que va a hacer, pero todavía no ha comparecido ante la opinión pública. Uno de los males de este país es la ejecución de todas las decisiones a espaldas de las instituciones formales.

Rajoy no para de reunirse y hablar con terceros acerca de lo que va a hacer, pero todavía no ha comparecido ante la opinión pública. Uno de los males de este país es la ejecución de todas las decisiones importantes a espaldas de las instituciones formales. No solo los parlamentos escenifican decisiones realizadas fuera del hemiciclo y a espaldas de la opinión pública, sino que los consejos de administración de las empresas se reúnen para escenificar acuerdos tomados en una cafetería y las familias hasta hace poco usaban la cocina para las reuniones mientras mantenían el salón impoluto, lleno de sofás con los plásticos protectores sin retirar. Por si viene una visita importante. En cuanto a la política del PSOE, toda ella es una continua y cutre escenificación para consumo de adictos a la telebasura.

Esa manía está mucho menos presente en otros países. Cualquiera que vea el parlamento inglés comprobará que allí, delante de las cámaras, es donde se debate y se acuerda. También es normal que un inglés se te siente en tu propia mesa en un bar, para sorpresa y desagrado del español. Está claro que ellos también tienen sus manías. Pero ¿a qué se puede deber ese miedo a usar las instituciones para las que están diseñadas? ¿Por qué esa distancia? ¿Por qué esa necesidad de imagen?

En relación a los protestantes, los países católicos presentan bajos niveles de confianza interpersonal y de asociación y, yo añado, una obsesión por la imagen. En cambio, en los países protestantes el hecho de formar y disolver asociaciones es casi un deporte, por razones de su convulsa historia y por el papel de las congregaciones religiosas en la formación de su identidad, más que por razones estrictamente religiosas. En contraste, muchos países católicos como España, no tanto Italia y se nota, han permanecido inamovibles con unas pocas instituciones básicas. El coste de crear confianza y acuerdos entre un grupo como para crear una nueva asociación, como una empresa, un partido político o crear una reputación propia es más grande y, por tanto, tienen la necesidad psicológica de conservarlo a toda costa. De ahí que, de cara a "los de fuera", se realice un teatro exagerado que lleva a extremos de pantomima y engaño. La noción de transparencia, que incluye cosas como los profit warning de las empresas, o los enfrentamientos públicos dentro de los partidos, son cosas ajenas a nuestra cultura, que es oscurantista en ese sentido.

En todo caso, en España los partidos son más partidos, las familias son más familias y las empresas son más empresas y están más separados entre sí y separados de la calle. Y los trapos se lavan en casa. Es de esperar que el trileo de las cuentas griegas no sea nada al lado de las de ZP. Y en cuanto a Rajoy, cuando haya ensayado su escenificación, la representará ante todos nosotros y ante "los mercados". Hay que conseguir que nos creamos que lo tiene todo bajo control. Sin comentarios.

En España

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