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Alberto Míguez

Aznar, Fidel y el "Cholo" Toledo

Estarán todos pero sólo se les verá por televisión. Una “cumbre virtual” como muchas otras, como casi todas, salvo la anterior de Panamá en que unos periodistas estupefactos vieron como Castro y el presidente de El Salvador se tiraban los trastos a la cabeza y un Aznar impasible saboreaba una venganza largamente soñada.

Un “error técnico” facilitó que aquellas imágenes y voces llegaran a todo el mundo. En Lima no sucederá nada parecido: las previsiones están tomadas para que las reuniones entre jefes de Estado y de gobierno sean sin luz ni taquígrafos.

Castro rehusó entonces firmar una declaración común sobre el terrorismo que el resto de los jefes de Estado iberoamericanos sí aprobaron. Pero el “comandante” quería como siempre chupar cámara, convertido en artista exclusivo de estos espectáculos anuales. Esta vez intentará la misma jugarreta entre funcionarios sumisos, periodistas venales que aplauden al tirano cada vez que abre la boca e idiotas de toda clase y condición que le recibirán como el “liberador” de América.

Una ausencia sensible: la del “chino” Fujimori, huido a Japón, donde espera una extradición casi imposible. Algunos lo echarán de menos: Chávez, Castro, Pastrana, aquí unos amigos, aquí un amigo de aquí.

Alejandro Toledo, nuevo presidente constitucional del Perú, insistió a lo largo de casi un año en la necesidad de celebrar esta Cumbre para acreditar internacionalmente el cambio de régimen. La reunión debería servir de escaparate. Pero, eso sí, sin riesgos inútiles ni improvisaciones: la reunión de jefes de Estado y de gobierno (21) se celebrará en un “céntrico hotel” del barrio exclusivo de San Isidro donde viven, entre otros notables, Vargas Llosa y Alan García. Miles de policías vigilarán el hotel en donde incluso se cambiaron los vidrios y los coches de las delegaciones serán blindados.

Sería el colmo que una cumbre en la que el tema principal será la lucha contra el terrorismo tras el “martes negro” (11 Septiembre) sufriera un ataque violento: aunque el terrorismo ha disminuido considerablemente en Perú hay todavía grupos en actividad que no han sido eliminados. Y el país está que arde cuatro meses después de haber prestado juramente Alejandro Toledo: la crisis social es pavorosa y las perspectivas económicas inciertas. Eso también lo verán los asistentes a la reunión. Si quieren verlo, claro. Lo que tampoco está tan claro.

En la XI Cumbre no habrá reuniones públicas ni sesiones abiertas. Según la cargante liturgia al uso desde la primera reunión (Guadalajara, México, 1991) se abrirá con los discursos de los participantes y se cerrará con una Declaración aprobada de antemano en la que, como siempre, se repetirán tópicos y frases hechas.

El momento culminante del encuentro será una sesión plenaria, en mangas de camisa, que durará cuatro horas “sin Cancilleres, asesores y prensa”, según advirtió el presidente peruano. Los líderes iberoamericanos tratarán sobre el comercio internacional y la financiación del crecimiento económico en América Latina, asuntos tan abstrusos como aburridos. Toledo ha contratado a dos “sabios” del FMI y del BIRD para que ilustren a tan aguda concurrencia sobre la extensa problemática y las soluciones posibles.

Este curso acelerado de economía no podrá ser captado por los periodistas, cámaras de televisión y radios enviados a Lima. En comparación con reuniones anteriores, el número de periodistas ha descendido considerablemente, prueba suplementaria de que el “sistema Cumbres” está en caída libre y su supervivencia peligra. Obviamente España intentará por todos los medios mantenerlo porque sigue siendo la “joya de la corona” de su diplomacia.

Además de “joya”, el sistema es también para España un sacacuartos espectacular. En realidad todos los programas salidos de estas reuniones (Alfabetización, Educación Básica de Adultos, Modernización de Administradores de Educación, Televisión Educativa Iberoamericana, etc) o han sido sufragados en su mayor parte por España o, además de caros, resultaron inviables.

El terrorismo y los métodos para combatirlo deberían ocupar un lugar preponderante en la reunión. El Canciller peruano y ex jurista (fue presidente de la Comisión Andina de Juristas), Diego García Sayán, presentó días pasados un borrador de declaración que debería ser aprobada por los participantes, Castro incluido.

Pero una cosa es predicar y otra es dar trigo. Y lo que Aznar pretende en esta reunión es convencer a los países reticentes a colaborar en la lucha anti-ETA (especialmente Uruguay y Venezuela, sobre todo Venezuela) que se integren en la corriente mundial de combatir el terrorismo, sea cual sea su origen y características. En el caso de Venezuela la situación es especialmente sangrante porque tanto durante la presidencia de Rafael Caldera como la del “comandante” Chávez la colaboración antiterrorista del Estado venezolano fue menor que cero.

En Venezuela se encuentran escondidos o refugiados setenta etarras de los cuales sesenta son clandestinos y una decena obtuvieron la documentación de refugiados. Sobre alguno de estos individuos pesan crímenes de sangre, atentados con múltiples víctimas y delitos de extorsión. Pero Chávez –que antaño mantenía relaciones aparentemente muy cordiales con Aznar- ha hecho hasta ahora oídos sordos a todas las reclamaciones españolas. Todo indica que tampoco en esta Cumbre este admirador de Castro y del dictador Pérez Jiménez se mostrará dispuesto a colaborar.

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