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Alberto Míguez

¡Disparen sobre el periodista!

La muerte –¿o fue asesinato?– de dos jóvenes periodistas en las calles de Argel durante una manifestación de protesta contras las brutalidades, crímenes y violencias cometidas por el ejército y la policía armada del régimen argelino en Kabilia debería hacer que los países europeos y árabes, que tan generosos y tolerantes son con el Gobierno genocida de Abdelaziz Buteflika, reflexionaran aunque sólo fuera un minuto sobre los motivos para tanto arrumaco y sonrisa.

Naturalmente, entre estos países amables está España y su ministro de Exteriores, Josep Piqué, que hace apenas unas semanas felicitó al Gobierno argelino por los esfuerzos que hace para promover los derechos humanos. ¡Toma derechos humanos!

En este nuevo crimen de la dictadura argelina, nuestra amiga en cuestiones de gas natural, repsoles, ertoils y demás familia, no se sabe qué lamentar más, si la muerte de unos chicos que salieron a la calle para contar lo que estaba pasando (¿qué otra cosa es el periodismo, señores ministros y figurones habituales?) o la estrafalaria explicación dada por el Gobierno de Buteflika que sugiere dos cosas, igualmente chuscas si no fueran dramáticas: que los periodistas querían quemar el autobús y que el autobús lo conducía uno de los manifestantes. Sólo en la época de denostado general Franco, cuando morían obreros al disparar al aire la policía (los famosos “obreros voladores”) se alcanzó un nivel tan disparatado de crueldad y burla a las víctimas, sus familiares y colegas.

El Gobierno argelino no quiere que nadie meta la nariz en su estercolero. Por eso niega que se hagan encuestas internacionales sobre el genocidio que está cometiendo en Kabilia desde hace meses y que se ha saldado con doscientos muertos, tal vez más, todos ellos civiles y desarmados. Consideran Buteflika y sus sayones que una comisión de encuesta internacional avalada por la Liga Arabe, la OUA o Naciones Unidas sería un insulto a la soberanía argelina. Si el concepto de soberanía consiste en asesinar a mansalva, silenciando después a quienes se atreven a contarlo, estamos al cabo de la calle en cuanto a la calidad moral y política de ese puñado de individuos que dirigen la llamada República Popular e Islámica de Argelia, un país a la deriva y en plena guerra civil que, además, se atreve a dar lecciones a sus vecinos (Túnez, Marruecos) y se codea con gentes como Fidel Castro y el coronel Gadafi.

Ahora ya sabemos todos cuál es la orden que Buteflika da a sus verdugos: disparen sobre el periodista antes de que tenga tiempo de escribir o contar lo que pasa, antes de que se enteren otros. Al fin y al cabo, suceda lo que suceda, desde alguna petrolera o desde algún ministerio emparentado terminarán felicitándonos.

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