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Alberto Míguez

¿Dónde está la diplomacia paralela?

Es cierto que Aznar durante sus ocho años de gobierno no siempre se mostró tan cariñoso y cooperador con el Frente Polisario y que Tinduf le quedaba un poco lejos. Pero más vale tarde que nunca

Minutos después de que José María Aznar hubiese recibido a la plana mayor del Frente Polisario en FAES, salió Pérez Rubalcaba hablando de “diplomacia paralela” y esas cosas. Rubalcaba tiene muy mala memoria y se olvida de cuando Zapatero y sus amigos viajaban a Marruecos a raíz del incidente de Perejil y rompían lo que ahora reclaman: la unidad de acción exterior, sea cual sea la ideología o las afinidades. ¿Quién rompió el consenso? ¿Fue entonces Zapatero o es ahora Aznar? Donde las dan, las toman, dice el refrán.
 
El gobierno de Zapatero ha escogido jugar a fondo la carta de Marruecos urbi et orbi, apoyar a Marruecos en el contencioso del Sahara, ningunear al Frente Polisario y acordarse de Argelia cuando se trata de hacer negocios. Está en su derecho pero debería recordar cuál fue, por ejemplo, la posición de la diplomacia española desde 1975, es decir, desde la entrega indigna del Sahara a Marruecos. Debería recordar también el compromiso español para que las resoluciones de la ONU sobre el Sahara se cumplan y al fin el pueblo saharaui pueda ejercer el derecho de autodeterminación. Pero la mala memoria de Zapatero y sus amigos es legendaria.
 
El gobierno español cree que salva la cara enviando ayuda y ofreciendo cooperación a los saharauis concentrados en Tinduf desde hace treinta años. Ahí termina su compromiso. Todo lo demás consiste en seguir obedientemente lo que dice Chirac que es quien corta el bacalao en el contencioso del Sahara.
 
Es cierto que Aznar durante sus ocho años de gobierno no siempre se mostró tan cariñoso y cooperador con el Frente Polisario y que Tinduf le quedaba un poco lejos. Pero más vale tarde que nunca.
 
La mala conciencia del gobierno socialista respecto al pueblo saharaui y su causa (muy popular entre sus militantes y votantes) no se cura con insultos a la oposición. Reprocharle a Aznar que vaya a Tinduf es tan vano como encolerizarse cuando Moratinos toma elthéen Tánger con su colega Benaissa: no sirve para nada y no contenta a los millones de españoles que votaron al PSOE creyendo que haría honor a sus promesas sobre el Sahara. Pero las promesas se las lleva el viento. Del desierto, naturalmente.

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