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Alberto Míguez

El asesinato del "Jomeini" iraquí

La muerte en atentado del ayatolllah Mohamed Bakr Al-Hakim máximo lider del chiísmo iraquí y líder moderado del nada moderado movimiento islámico complica todavía más la delicadísima situación interna del país. Minutos antes de morir Al Hakim había condenado los atentados contra las fuerzas americanas y británicas atribuidos a los “soldados perdidos” de Sadam Husein y a los kamikazes sunnitas emparentados con Al Qaeda.

Al Hakim era sin duda el hombre de los iraníes en Irak (estuvo exiliado 23 años en Irán) y por eso había sido etiquetado como el “Jomeini iraní”. Eso no le impedía, sin embargo, defender una política prudente hacia los ocupantes. Defendía que las fuerzas de la coalición occidental abandonasen cuanto antes el país, pero previa pacificación y normalización de todo el territorio. Muchos creían que era una táctica inteligente para que los chiítas (el 60% de la población) alcanzasen sin esfuerzo excesivo el poder por las urnas o por las armas, cualquier medio le parecía bueno a este teólogo (escribió cuarenta libros sobre asuntos relacionados con el chiísmo, el culto musulman y la “umma”, comunidad islámica mundial) para instalar en el Irak post-Sadam una república islámica, a imagen y semejanza de la que conoció en Irán.

Hace cuatro días varios guardaespaldas del Al Hakim fallecieron en otro atentado dirigido contra él cerca del lugar donde ahora ha muerto. La suerte legendaria que le acompañó durante más de veinte años (Sadam organizó siete tentativas de asesinato contra él y mató a su hermano Seyed Mahdi en Sudán) le abandonó a las puertas de la mezquita de Nadjaf donde residía y desde donde dirigía con mano de hierro en guante de seda el Consejo Supremo de la Revolución islámica de Irak, la organización que creó en 1982, principal movimiento chiíta iraquí.

Aunque es prematuro en estos momentos aventurar las consecuencias de este asesinato, no cabe duda de que abre la puerta a una rebelión inter-chiíta del sur al norte y a un enfrentamiento con los sunnitas, kurdos y turkomanos a los que Al Hakim despreciaba e intentaba eliminar del futuro. La hoguera iraquí recibe con este magnicidio combustible suplementario para extender el incendio.

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