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Alberto Míguez

La bobada de Madrid

Concluida que fue la llamada Cumbre de Madrid UE-Latinoamerica-Caribe, los medios de comunicación afines al gobierno que son legión, han iniciado el ceremonial gradilocuente y pelota con que suele terminar este tipo de reuniones. El aplauso desmedido y el “masaje mediático” son usos comunes en este planeta ibérico antes siquiera de que alguien con sentido común evalúe en sus resultados lo conseguido, si es que alguien consiguió algo.

Según el pelaje político o la ubicación ideológica del medio y, sobre todo, de sus patrones se ensalzan, relativizan y aplauden las cotas alcanzadas. Quien se atreve a señalar, por ejemplo, que de esta solemne, costosísima y masiva reunión no salió la más mínima indicación de que las feroces barreras proteccionistas europeas fuesen a ceder y los productos iberoamericanos, sobre todo los agrícolas y ganaderos, podrán en el futuro acceder sin trabas al codiciado mercado europeo, comete pecado mortal y puede ser arrojado a las tinieblas exteriores.

Y sin embargo...la simple lectura de lo que ha venido en llamarse “Declaración de Madrid” convencería al más lerdo de que nos hallamos ante uno de esos textos inanes, bienintencionados y tópicos, uno más, donde se repiten lugares comunes y se expiden ventosidades morales. En la citada Declaración puede leerse que los países participantes son partidarios de consolidar los sistemas judiciales para garantizar la igualdad de trato ante la ley y fomentar el respeto a los derechos humanos. También se declaran dispuestos a luchar contra el terrorismo (algunos de ellos lo promueven en su territorio, pero esa es harina de otro costal) así como contra la producción, venta y consumo de drogas, la corrupción y la delincuencia organizada; juran por su honor y el de sus hijos su disposición a erradicar el racismo, la discriminación racial, la xenofobia y la intolerancia, a promover la igualdad entre hombres y mujeres, etc, etc.

Sólo adrede podrían proclamarse tantas bobadas obviedades en tan pocas líneas, sólo un escriba de ínfima categoría es capaz de acumular tantos lugares comunes y tópicos vulgares como los expuestos en el dichoso texto. Lo que asombra es que todos los figurones asistentes (llamarles figuras devaluaría la palabra) pueden rubricar tonterías tan obvias sin que se les caiga la cara de vergüenza. Claro que si se analiza la catadura moral e intelectual de la clase política a un lado y otro del Atlántico se explica perfectamente esta malhadada Declaración de Madrid que por sí sólo desacreditaría a la capital de España en los años que restan para concluir el siglo XXI.

José Luis Rodríguez Zapatero, el líder socialista a quien sus enemigos correligionarios –tiene bastantes- llaman “Dumbo”, aconsejó el otro día a José María Aznar que se “bajara de las cumbres” y atendiera un poco lo que sucede en las cercanías del palacio de La Moncloa, es decir, en la calle. Se trata de una sugerencia típica y desde luego utópica porque la vocación imprescindible de los políticos cuando están en la cumbre es... seguir en la cumbre. Aconsejarles que se bajen es como animarles a un suicidio ritual. De todos modos y como se suele decir en estos casos a los locutores, “enhorabuena por el programa”.

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