Menú
Alberto Míguez

La cabeza y otras cosas de Severo Moto

Es práctica corriente, o al menos lo fue durante muchos años en ciertas zonas de Africa, que para hacerse con el poder y las cualidades del enemigo conviene devorarle las criadillas y el hígado. Severo Moto, el líder guineano exiliado en Madrid desde hace muchos años, declaró horas después de enterarse del golpe de Estado que según parece preparaba en Malabo con una docena de individuos del más diverso y disparatado pelaje, un “coronel” sudafricano llamado Nick, varios emigrantes armenios, un mercenario kazako y otros tipos que pasaban por allí, que Obiang quería simplemente utilizar ese embuste para cortarle la cabeza y, si pudiera, también los testículos.
 
Cada semestre, Obiang suele inventarse un golpe de Estado para depurar a la oposición interna, asustar a la externa y cortarle las alas a ciertos militares demasiado despiertos o ambiciosos. Hace dos años fueron juzgados en Malabo un centenar de personas también acusadas de preparar un golpe de Estado. Casi todos fueron condenados a durísimas penas de prisión, entre ellos el líder del partido socialista guineano (Convergencia para la Democracia Social), Plácido Micó, que después fue amnistiado tras pasar unos meses espantosos en la cárcel de Black Beach, una de las mas terribles de Africa. Naturalmente, ni Micó ni sus compañeros de proceso tenían absolutamente nada que ver con el “golpe” imaginario del dictador y sus sayones.
 
Todo indica que estamos ante un nuevo golpe inventado pero que le servirá al dictador para neutralizar a Moto, que hace unas semanas tuvo la peregrina idea de crear un gobierno en el exilio con base en Madrid. De paso, meterá en la trena a los dirigentes de los partidos políticos que no juegan el juego, es decir aquellos que no aceptaron dinero para participar en las elecciones del próximo 25 de abril en las que tanto confía la siempre pánfila ministra de Exteriores española, que en lo que respecta a dictadores no es más inocente porque no estudia.
 
Ahora Obiang quiere echarle un pulso al Gobierno español y no le faltan cartas. En primer lugar, el petróleo que mana generosamente en los alrededores de la isla Bioko y la zona continental del país y del que se aprovechan americanos y franceses. Algunas petroleras españolas querrían entrar en la piñata. En segundo lugar, los cientos de curas y monjas españoles que trabajan abnegadamente en la enseñanza y la sanidad de Guinea. Pueden convertirse en rehenes del dictador si es que el Gobierno de Madrid no extradita a Severo Moto, pretensión tan disparatada como imposible porque Moto tiene la nacionalidad española y porque, además, las pruebas que puede enviar Obiang sobre su participación en el dichoso golpe serán pura filfa.
 
El dictador sabe por experiencia que España no le entregará maniatado a Moto. Y sabe también que los jueces españoles harán mangas y capirotes con el expediente que pueden enviarle sus colegas guineanos. Pero utilizará sin duda la oportunidad para chantajear al Gobierno español en retirada y, de paso, pedir dinero. Es algo que a lo largo de estos veinte años aprendió con notable habilidad. Mientras tanto, intentará curarse del sida que le amenaza desde hace casi siete años. Pero eso lo tiene más difícil.
 

En Internacional

    0
    comentarios