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Alberto Míguez

La gota cubana

En los últimos días se han levantado voces europeas (en primer lugar la de Javier Solana) advirtiendo que sólo se tomarán a Castro en serio cuando haya liberado a todos los presos de conciencia que tiene en la isla

Es fácil vaticinar qué quiere el régimen cubano liberando al menudeo y "por motivos de salud" a unos cuantos miembros del "Grupo de los 75" condenados casi todos ellos a disparatadas y feroces penas de presidio por "colaborar con una potencia extranjera": ganar tiempo y repetir la conocida maña del palo y la zanahoria. Siempre y cuando la Unión Europea se deje, Castro volverá a utilizar a "sus" presos políticos como moneda de cambio o instrumento de trueque. Lo viene haciendo desde hace cuarenta años.
 
En este caso se intenta convencer a los gobiernos europeos previamente aleccionados por el español de que se está produciendo una nueva etapa de liberalización política en La Habana. Este tránsito debe ser potenciado desde Bruselas o Madrid con decisiones concretas como, por ejemplo, aligerar, es decir, aniquilar la llamada "posición común europea" que acompasaba el levantamiento de algunas medidas correctivas por parte de los gobiernos de la UE a ciertos avances en el terreno de los derechos humanos y las libertades.
 
No hay peor sordo que el que no quiere oír y algunos gobiernos europeos –en primer lugar, el español– están convencidos de que la liberación de presos en "pequeñas diócesis" que diría el chusco, demuestra la voluntad inequívoca del régimen para abrirse y transformarse.
 
En los últimos días se han levantado voces europeas (en primer lugar la de Javier Solana) advirtiendo que sólo se tomarán a Castro en serio cuando haya liberado a todos los presos de conciencia que tiene en la isla (unos trescientos cincuenta) y que sólo habrá cambios hacia la isla si esta liberación se produce sin condiciones, aplazamientos y chantajes.
 
Algunos países europeos –España en primer lugar– lo que desean es simplemente reanudar los contactos burocráticos con el aparato del régimen en la actualidad suprimidos unilateralmente por Castro. Tienen "mono" de no ser recibidos por los burócratas policiales del régimen, nostalgia de la infamia. Creen que así se defienden los intereses de las empresas que trabajan en la isla: bendita ilusión, nunca Castro sometió la más mínima concesión económica o comercial a la "buena conducta" del Estado de la empresa. Desprecia demasiado a los colonos que perpetúan en Cuba la esclavitud (todos los trabajadores de empresas extranjeras son contratados por el Estado cubano que cobra también sus sueldos en divisas, ahora tal vez en pesos o "chavitos") como para darles facilidades. Bastante hace con soportarlos y despreciarlos.
 
Los pánfilos que confunden cambio político y transición con la liberación intermitente de presos por motivos sanitarios están avalando la técnica de la gota malaya, una de la torturas más feroces de la historia universal. La gota cae sobre la cabeza del penado, día y noche sin cejar hasta convertirse al cabo de unas semanas en un aldabonazo insoportable. El torturado termina cediendo. La "gota cubana" en forma de liberaciones anunciadas, inesperadas y periódicas corre el peligro de convertirse en el penúltimo engaño del tirano para pánfilos transcontinentales. Sólo los idiotas se tragan este sapo aunque estén dispuestos a tragarse mil. Es su naturaleza.

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