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Alberto Míguez

Marruecos: el cerrojazo

El sueño libertario de un Marruecos democrático, respetuoso de los derechos humanos, próspero y abierto al mundo se está esfumando un año y medio después del fallecimiento de Hassan II y de la llegada al trono de su hijo, Mohamed VI (M6, para sus íntimos), que tantas y tan cálidas esperanza había promovido en el movimiento democrático del reino y entre los disidentes.

En los últimos días, una serie de decisiones tomadas muy probablemente desde la cúpula del poder, es decir, desde “Palacio”, ha desencadenado una ola de desencanto y preocupación. Lo ha hecho entre quienes esperaban un verdadero cambio cualitativo promovido por el “joven rey de los pobres”, como la bautizaron sus más entusiastas seguidores.

El poder o “Palacio” cerró definitivamente hace unos días tres semanarios (dos en lengua francesa y uno en árabe) que en menos de un año se habían convertido en la voz crítica de jóvenes y descontentos. El gobierno del casi octogenario socialdemócrata Yussufi, probablemente haciendo de tripas corazón (el gobierno manda poco en Marruecos y el actual, menos que otros anteriores), no ha tenido más remedio que clausurar estos tres medios por “haber atentado contra la estabilidad del Estado”.

Este atentado consistió en haber publicado informaciones donde se hablaba de una supuesta conspiración contra el rey Hassan II. Unos hechos ocurridos hace casi treinta años y en los que intervinieron militares y políticos socialistas. Un asunto tan marginal sirvió más bien como pretexto para una decisión tajante e inesperada

Bastantes han querido ver en este gesto el fin de una etapa de relativa apertura política y en la que la libertad de expresión había germinado como nunca en el reino alauita. El poder no ha querido o no ha podido asumir las críticas –casi todas relativamente moderadas– de la prensa independiente, y finalmente aplicó la técnica del cerrojazo. Muchos temen que estos métodos expeditivos se trasladen a otros capítulos de la vida política.

El director de uno de los periódicos clausurado, Le Journal, Abubaker Yamai, se atrevió en un editorial a sugerir que el joven rey Mohamed “siguiese la estela del rey Juan Carlos de España”, y tal comparación sentó como un torpedo en la línea de flotación del poder y sus aledaños.

Horas después de haberse anunciado la clausura de los medios rebeldes cayó un nuevo jarro de agua fría sobre quienes creían en una transición democrática “a la española”. 778 militantes del movimiento integrista “Justicia y Caridad”, el más importante y con mayor implantación social en todo el territorio, fueron detenidos cuando se manifestaban pacíficamente. La policía detuvo también a toda la familia del líder islamista Abdesalam Yasin. Al día siguiente, las fuerzas de seguridad volvían a intervenir para detener a cuarenta militantes pro derechos humanos.

Nueve de los familiares del sheik (jefe) Yasín van a ser juzgados próximamente por “atentado a la seguridad del Estado”, y las condenas pueden ser pesadas. Yasín sigue en arresto domiciliario en Salé, cerca de Rabat, y sus seguidores temen que las detenciones señalen el inicio de una ola represiva contra el movimiento integrista marroquí. Éste es incomparablemente menos poderoso y numeroso que en Argelia y Túnez. Hasta ahora, los integristas marroquíes habían predicado la “vía pacífica” para alcanzar sus fines. No es seguro que la represión los modere y tranquilice.

“Por desgracia”, escribió recientemente un periodista marroquí disidente, “Mohamed VI se parece cada vez más a su padre”. Si así fuera, las últimas medidas contra la prensa y los integristas representarían el fin de lo que algunos un tanto ingenuamente llamaron “la primavera marroquí”.

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