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Alberto Míguez

Sáhara, cierto olor a petróleo

Lo que acaba de suceder en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas con el tema del Sáhara tiene bastantes interpretaciones, todas ellas discutibles. Creen algunos que tras haber hinchado pecho y presionado a todos los países súbditos o amigos (para Washington, a veces ambas cosas son lo mismo) el presidente Bush y su colaborador James Baker, autor de un plan de arreglo basado en una autonomía del territorio como primer paso para su incorporación a Marruecos, han recibido un varapalo considerable porque las cosas siguen como están, o peor que estaban, para el joven rey Mohamed VI.

Lo que americanos y marroquíes han hecho en Naciones Unidas se parece bastante a una patada en el hormiguero. El problema del Sáhara estaba dormido, pero ahora lo han despertado abruptamente. Y además, su “Plan Baker” se ha ido al agua. Son muchos los que se preguntan por qué dos países como Estados Unidos y Francia, que tienen importante intereses por ejemplo en Argelia, han jugado a fondo la carta de Marruecos en el Sáhara hasta el punto de enfrentarse a la mayoría de los miembros permanentes o temporales del Consejo de Seguridad. La respuesta se resume en una palabra: petróleo.

Desde hace meses, en las costas saharianas hay un insoportable olor a petróleo y eso deben saberlo bien los petroleros texanos amigos de Bush, porque han logrado que Marruecos les permita iniciar prospecciones en la plataforma continental anexa al territorio. También lo saben bien, por ejemplo, los directivos de Total Fina (antes Elf), la principal extractora francesa, que también han logrado su parte. Nada les importa a unos y otros que Naciones Unidas haya advertido a Marruecos de que no tiene capacidad para tales concesiones mientras el Sáhara no esté descolonizado. Este tipo de empresas y sus Estados no se caracterizan por su respeto irrestricto a la legalidad internacional.

Seguramente el petróleo no lo explica todo, pero ayuda a entender lo que ha sucedido en Nueva York días pasados. Finalmente, las cosas están como estaban: la misión de Naciones Unidas (Minurso) seguirá en el territorio varios meses más y el “Plan Baker” se ha ido al garete. Mientras, Marruecos se prepara para castigar duramente a España, a quien culpa del fracaso. Nunca las cosas habían estado peor entre los dos países, aunque tampoco nunca las tesis marroquíes habían sufrido una derrota tan contundente.

Bush le explicó a Mohamed VI que lograría convencer a los países reticentes con el “Plan Baker” en los próximos meses. En España no necesita hacer grandes esfuerzos, porque cuenta nada menos que con la entusiastas entrega de Felipe González a la causa. Vivir para ver.

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