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Alberto Míguez

To er mundo é güeno...

Maravilla contemplar hasta qué punto la bondad y la inocencia modulan la nueva política exterior española en cuyos confines no se pone el sol. Mientras Aznar trata con los ayatollahs iraníes la eventual legalización de la cerveza en la república islámica (“todo vendrá, todo vendrá”, dijo el liberal Jatami con una sonrisa carnicera), Piqué se apresta para desembarcar en Belgrado para echarle una mano a Kustunica y de paso anunciarle que algún juez-estrella de la Audiencia Nacional pedirá en el futuro la extradición de Milósevic.

Pero los trabajos y los días en los dos palacios (Moncloa y Santa Cruz) se concentran estos días en la tragicomedia electoral americana. No hubo necesidad de rectificar el telegrama ritual de Aznar al vencedor de la contienda porque el prudente Josep Piqué, la sonrisa del régimen, esperanza blanca de la derecha catalana (perdón, centro) había pronunciado ya una frase de antología que está siendo muy comentada en los cenáculos madrileños: “gane quien gane, Bush o Gore, las relaciones con España irán cada vez mejor”. Apoteosis en la prensa adicta cada vez más entusiasta y numerosa.

Barría así el señor canciller en un suspiro las preocupaciones que la difícil –y, ahora, hasta improbable– ascensión del junior Bush provocaban en la corte monclovita. Las afinidades selectivas Aznar-Gore quedaban en el baúl de los recuerdos como tantas otras cosas: había un problema y se resolvió.

Otra de las frases de la semana (la antología de Piqué recorre los cenáculos y despachos) se refería a las vacas locas. Dijo el ministro que las arriesgadas medidas tomadas por su colega Arias Cañete exigiendo visado a las vacas francesas e irlandesas fueron tomadas “para proteger la salud de los consumidores españoles”, aclaración necesaria y urgente.

La aseveración tranquilizó a la opinión pública porque hubo malignos que lanzaron el malicioso rumor de que se trataba apenas de un plan para proteger a la ternera de Ávila frente a competencias desleales de origen europeo. Afortunadamente, los animalitos castellano-leoneses no consumieron jamás la harina envenenada y prefirieron la soja transgénica “made in USA”. En Bruselas están que trinan y a nadie extrañaría que al final los eurócratas insistieran en abrir las fronteras a golpe de multazo. Pero los consumidores españoles nada temen ya.

Por último, y mientras en el arsenal gibraltareño, Braulio, el mecánico de Javier Capitán y Figuerola, arregla las goteras del submarino amarillo (la reparación es al tacto porque el capitán le prohibió la entrada en el reactor como a los técnicos españoles allí enviados) de nuevo el Canciller nos regaló con nuevas frases, en este caso dirigidas al “coraje y valentía” del gobierno británico, que, tras engañarnos como a chinos sobre la importancia y características de la avería nuclear, invitó al Consejo de Seguridad Nuclear a tomar el té en el Peñón.

El mundo, sobre todo el exterior, es ancho y ajeno. Pero esencialmente parece bondadoso y desinteresado. Todo va bien, señora baronesa.

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