Como bien decía Miguel Sebastián antes de las elecciones, el principal problema de la economía española es la falta de productividad. Si fuera un poco más alta, en poco tiempo alcanzaríamos el nivel de renta de los países más avanzados de la vieja Europa.
Y, sin duda, para que la productividad crezca lo primero es que mejore la preparación profesional de los trabajadores españoles. Una empresa tiene éxito en la medida en que tiene una buena plantilla y siempre que tenga, además, la suerte de contar con el mejor equipo de directivos. En este sentido, el equipo directivo del actual PSOE, y de sus socios de Izquierda Unida y Esquerra, es de bajísima calidad. El que los socios estén mal preparados profesionalmente es un problema, pero no es determinante; lo que sí lo es es la calidad de quien propone y toma decisiones, en este caso el PSOE.
En general este equipo –por lo que vamos sabiendo de sus biografías y por lo que demuestran en su trabajo– está mal preparado. Han sido malos estudiantes, en general no han opositado y, en conjunto, tampoco han hecho cursos de especialización en las materias que han escogido para formarse intelectualmente; en general, también, tienen muy poca experiencia laboral; tampoco han tenido puestos de responsabilidad en el propio PSOE en el difícil tránsito del final del franquismo a la aprobación de la Constitución, o después, en los propios gobiernos del PSOE, o durante los años de gobierno del PP.
Por lo que sabemos, también en general, no saben muchos idiomas. Y quizá lo más llamativo, en un grupo de personas cuya profesión es la política, es que no son herederos del PSOE que gobernó España entre 1983 y 1996. Son un grupo sin raíces, sin las conexiones europeas de los equipos de Felipe González, sin la cultura política de lo que significaron para la construcción intelectual del socialismo las dos guerras mundiales, el nazismo y el comunismo en Europa y, quizá por ello, no comprenden tampoco el papel que jugó Estados Unidos en la salvación de la democracia en nuestro continente. Sin idiomas, sin cultura de tradición socialista europea, sin una gran experiencia laboral, sin respeto por el esfuerzo educativo, al encontrarse al frente de una empresa tan compleja como España, y no aceptar que están ahí como consecuencia de un atentado político que perseguía precisamente ese objetivo, los riesgos para la empresa España de un equipo directivo con esas carencias eran enormes. La realidad está siendo, exactamente, lo que cabía esperar de un equipo directivo tan limitado.