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Alberto Recarte

Los factores extraeconómicos

Hablar de factores extraeconómicos a la hora de analizar las perspectivas económicas no es muy correcto, porque no hay solución de continuidad entre la actividad económica y la realidad toda, que la condiciona e influye. Todo es económico, desde unas elecciones –como las recientes de Brasil– hasta la huelga de la petrolera venezolana, PDVSA.

Entre los factores extraeconómicos que más influyen en la evolución de la economía mundial en la actualidad, tres son destacables: la crisis demográfica de Japón, la reunificación alemana y el temor a que la oferta de petróleo sea insuficiente por la crisis venezolana y el conflicto iraquí.

Todo ello al margen de la evolución cíclica de la economía internacional, encabezada –y fundamentalmente influida– por Estados Unidos, que, en mi opinión, todavía no ha asimilado la sobreinversión y otros errores de lo que se denominó “nueva economía” durante la última parte de los noventa, por lo que la recuperación –que tiene que ver con el crecimiento de la inversión– se sigue retrasando. Resumiendo, el proceso de digestión no ha terminado todavía.

Simultánea, lateral o conjuntamente, como prefieran, los factores a los que he hecho referencia antes también están afectando a la actividad económica mundial. En el caso de Japón, el envejecimiento de la población, sin inmigración de ningún tipo, y un número creciente de jóvenes trabajadores que no pagan a la seguridad social porque están convencidos de que la quiebra del sistema no les permitirá recuperar en el futuro ningún beneficio, en forma de pensiones, cuando se jubilen, produce una sociedad con un enorme deseo de ahorrar en instrumentos sin riesgo y una notoria falta de consumo, que no consiguen contrarrestar una política monetaria que ha llevado los tipos de interés a cero y una política fiscal que provoca anualmente déficit públicos superiores al 8% del PIB. La consecuencia es que Japón no contribuye al crecimiento de la economía mundial, y eso tiene importancia, porque continúa siendo la segunda potencia económica del mundo.

En el caso de Alemania, una reunificación mal hecha, con el tipo de cambio equivocado, unas transferencia públicas enormes a los länder del este, y unos salarios altísimos –en relación con la productividad– en esta zona, fijados arbitrariamente en acuerdos entre el gobierno y los sindicatos, ha provocado el estancamiento de la economía más poderosa de Europa. Y esa situación no se va a modificar, –a menos que cambien las condiciones que todavía están al alcance del gobierno–, en una o dos generaciones.

Finalmente, los temores sobre el suministro de petróleo han provocado un alza del precio, por encima de los treinta dólares / barril, en un momento de escaso crecimiento cíclico mundial. Y, sin embargo, este factor, que afecta de lleno a los países importadores de petróleo, como Europa y Estados Unidos, no puede considerarse, sin más, como un hecho que vaya a ralentizar el crecimiento mundial. Una subida del precio del petróleo significa que aumentan los pagos –las transferencias de renta– de los importadores a los productores. Es evidente que estos mayores pagos significan menor crecimiento para países netamente importadores, como España, pero no están claros sus efectos a nivel mundial porque, por el contrario, los países productores podrán crecer más y, en la medida en que lo hagan, comprarán más bienes y servicios en el resto de los países, incluida España. Aunque, por otra parte, este efecto es, probablemente, más lento que el parón de actividad que los altos precios del petróleo suponen para los países más desarrollados.

Existen, pues, y sólo he mencionado tres –dos de los cuales son claramente negativos y el tercero indeterminado–, muchos factores que afectan a la coyuntura económica mundial; aunque lo más importante siga siendo la digestión de los excesos cíclicos de los años noventa. Un panorama tan complejo como éste, que por definición es una constante en un mundo globalizado, explica la dificultad de hacer predicciones y la frecuencia de los errores cuando alguien se anima a predecir el futuro.

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