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Alejandro A. Tagliavini

El FMI favorece el estatismo

La pregunta sobre quién es hoy el mayor constructor del estatismo en el mundo es fácil de contestar. Desaparecido el imperio soviético, con una China que aunque todavía comunista está privatizando y liberalizando, con un Fidel Castro cada día más paranoico, senil y menos creíble, con una Corea del Norte gobernada por una banda de delincuentes, frente a tal panorama queda poca duda de quién tiene el suficiente peso político, "prestigio" e influencia como para andar por todo el orbe promoviendo y apuntalando estatismos: el Fondo Monetario Internacional.

¿Qué personaje pudo haber dicho a la prensa nacional que quiere un "Estado fuerte pero no pesado"?, que "Alemania, después de la guerra, se levantó con la obra pública", precisamente cuando el gobierno estatista argentino propone el Estado empresario. O reprochar, con tono desagradablemente agresivo, "¿dónde estaba la sociedad argentina cuando se hicieron las privatizaciones?"

Pues quien dijo todo eso no fue ningún líder comunista (¿o sí?), fue Horst Köhler, titular del FMI, en visita oficial a la Argentina, hace pocos días.

También aseguró que "habrá una quita" en la deuda con los acreedores privados. Efectivamente, los tenedores privados europeos aceptarían una reducción de entre el 60% y el 80% en los bonos de deuda argentina, bajo ciertas condiciones, según Oliver Stoenner, economista del Commerzbank de Alemania y miembro de la Argentine Bond Restructuring Agency (ABRA). Pero si se le pregunta acerca de cuánta deuda perdonará el FMI, simplemente no contesta.

Siempre quitando a los privados, pero ni hablar de achicar Estados. Definitivamente, el FMI no es un representante del sector privado y menos aún lo es del mercado natural ("libre"). Sino que es un banco estatal (multinacional) y, como tal, promotor del estatismo, aunque solapado. De hecho, Köhler afirmó que “…tiene que haber certeza legal, solidez institucional, un clima de apertura a la innovación y las inversiones”, fantástico, pero luego remató: “La combinación de una economía de mercado más la atención de la equidad social es el formato correcto”. Quienes entienden verdaderamente al mercado natural, saben que la “equidad social”, entendida como oportunidades para todos empezando por las situaciones más críticas, hace a su esencia quitarle a la fuerza a unos para redistribuir entre otros.

Un banco privado, en un mercado natural, otorga créditos a personas con proyectos productivos, realistas, eficientes, de manera que progresen y puedan devolver el dinero prestado. Así, cuando no otorga un crédito es porque entiende que no podrá recuperarlo, dado que el proyecto no es eficiente y no progresará. Pero cuando esto ocurre, es decir, cuando la banca privada no quiere otorgar créditos por sí sola, aparece el FMI financiando y apuntalando el financiamiento de proyectos inviables. Así consolida estatismos (como el argentino) ineficientes que luego quiebran y no pueden pagar sus deudas. Argentina, desde que recibe ayuda de los organismos multiestatales, durante los últimos 25 años, pasó de ser un país prácticamente sin deuda a esta insalvable suspensión de pagos.

El FMI suele exigir, como lo hizo en Argentina, un aumento sostenido en la recaudación fiscal, como punto de partida para negociar un acuerdo, teóricamente se equilibra así el presupuesto. Pero sobre rebajar el faraónico gasto estatal, dice poco o nada.

Más recursos desviados coercitivamente (como son los impuestos) hacia el sector estatal, en un país cuyo sector privado está literalmente destruido. Más honesto sería decir, simplemente, que se busca una economía estatal con un sector privado subsidiario.

Para rematar, el FMI apoyaba continuar con el despojo a los ahorristas de sus depósitos confiscados en los bancos ("corralito"). Más allá de la amoralidad que significa (por cuanto la propiedad, derecho natural, está siendo alevosamente violada), supone la destrucción del sistema financiero, de ahorro, capitalización e inversión. Sistema "financiero" que se mantiene "liquido" gracias a la cantidad increíble de violaciones a la libertad de mercado (corralito, obligatoriedad de pagar sueldos por vía bancaria, etc.), pero que de financiero no tiene nada, ya que no otorga créditos.

© AIPE

Alejandro A. Tagliavini es miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE (Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas).

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