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Alejandro A. Tagliavini

Las dos caras del mismo show

Los políticos algún día entenderán que el libre comercio no se logra con las costosísimas Cumbres que nos obligan a pagar con nuestros impuestos, sino que basta con que cada gobierno proceda a liberar unilateralmente a sus ciudadanos

La IV Cumbre de las Américas juntó a gobernantes en su mayoría estatistas y surgieron grandes conflictos entre personalismos populistas. La discusión más fuerte se centró en el fracasado ALCA, por el que aboga EEUU y al que se opone ferozmente Chávez, con su proyecto ALBA de exportación del castrismo a todo el continente. El Mercosur opuso reparos, lo que disgustó a uno de sus miembros, Uruguay, mientras que el mexicano Fox sugirió seguir adelante sin este “mercado del sur”, plagado de los conflictos internos.
 
Otros temas fueron las patentes, las finanzas públicas para las que Argentina y Brasil piden "flexibilidad" de modo que sus gobiernos puedan aumentar aún más sus gastos, rindiendo menos cuentas. Los salarios fue un tema donde se propusieron medidas de corte socialista, por lo que EEUU y Chile pidieron eliminarlo. Además, EEUU propuso un compromiso contra el terrorismo y en respaldo de la gobernabilidad democrática.
 
Infaltable, el multiestatal BID, banco multilateral que concede cada año créditos a América Latina y el Caribe por cantidades que fluctúan entre 4.000 millones y 6.000 millones de dólares y que pretende aumentar su protagonismo hemisférico.
 
Nunca antes en Argentina se realizó un operativo de seguridad tan inmenso. El gasto en infraestructura y preparativos superó los 35 millones de dólares, para unos pocos días de reunión. A lo que hay que sumar los costos de movilizar a 34 presidentes y sus comitivas, periodistas y demás. En total fueron más de diez mil personas.
 
No sólo hubo manifestaciones anti Cumbre con destrozos y riesgo de atentados terroristas, sino que la ciudad de Mar del Plata quedó paralizada. Durante una semana no hubo clases, pero sí asueto para los trabajadores estatales y de los tribunales, no hubo justicia. Los centros comerciales cerraron, los vuelos comerciales se suspendieron y los teléfonos móviles fueron desactivados en un radio de 8 kilómetros. Y, el colmo, quedó vedado el ingreso al cementerio La Loma, donde no se pudieron realizar entierros.
 
Pero además de esta IV e inútil cumbre, al igual que las anteriores tres, que solo sirven para darle protagonismo a Chávez (amigo de Kirchner), hubo otro show paralelo, la "contra cumbre", la “III Cumbre de los Pueblos”, todavía más inútil, con la participación de personajes como Maradona y Evo Morales que viajaron en el "Tren del ALBA", en alusión a la "alternativa" chavista y cuyo principal organizador fue curiosamente el diputado oficialista Miguel Bonasso, íntimo amigo del presidente Kirchner, anfitrión de la IV Cumbre.
 
A pesar de tantas estrafalarias cumbres y anticumbres, el BID informa que conjuntamente "América Latina y el Caribe registró en 2004 el mayor crecimiento (5,5% del PIB) de las dos últimas décadas, pero no logró reducir la pobreza". ¿Adónde se irán los reales?
 
Eso sí, no sólo los presidentes y los "antis" se divirtieron, sino que una ONG norteamericana vendió un viaje para conocer a los “piqueteros” argentinos, con escala en Mar del Plata. Se trataba de unas "vacaciones revolucionarias" para norteamericanos y canadienses por sólo 1.350 dólares, sin incluir el pasaje aéreo, un excelente "reality tour" por la empobrecida Argentina posterior a la suspensión de pagos.
 
Los políticos algún día entenderán que el libre comercio no se logra con las costosísimas Cumbres que nos obligan a pagar con nuestros impuestos, sino que basta con que cada gobierno proceda a liberar unilateralmente a sus ciudadanos. De lo contrario, nuestros políticos seguirán siendo tan despreciados como hoy. La BBC encargó a la empresa Gallup una encuesta, “Voice of the People, 2005”, en 68 países. En ella, con la mayor popularidad aparecen los líderes religiosos, en quienes confía el 33% de las personas, y en el último lugar están los políticos con 13% de aprobación, salvo en Latinoamérica, dónde el porcentaje baja al 4%. Eso significa que ni siquiera sus parientes y sus amigos los quieren. Y mientras el populismo imperante en la región mantiene que representa “la voluntad popular”, el 69% de los latinoamericanos cree que su gobierno no representa a la gente.

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