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Alicia Delibes

Blunkett no teme a la incorrección política

David Blunkett fue durante el anterior mandato de Tony Blair el terror de los directores de los colegios públicos británicos. Como ministro de Educación guiado por el lema “vale todo aquello que funciona”, persiguió los colegios con bajo rendimiento, hizo públicos sus malos resultados, puso en marcha un sistema de competitividad entre los centros escolares y no dudó en declarar abiertamente que no tenía otro objetivo que conseguir que todos los niños de Inglaterra supieran leer y aprendieran las tablas de multiplicar.

Me gustaba de Blunkett que no se andaba con rodeos para explicar los problemas, buscar soluciones y aconsejar medidas. A lo mejor es su conocida condición de ciego la causa de esa “desfachatez” para saltarse a la torera las normas que suele imponer la corrección política. Sea como sea, la cuestión es que el ahora ministro del Interior de Tony Blair gusta de hablar con notable franqueza y llamar a las cosas por su nombre.

El pasado diciembre la revista “Perfiles” de la ONCE, publicaba una entrevista en la que este político británico aseguraba que los atentados del 11 de septiembre habían obligado al gobierno Blair a revisar su política de inmigración, “Queremos que los que se queden se integren. Que aprendan inglés, que tengan permiso de trabajo, que se traigan a sus familias y que acaben por entender nuestro sistema legal y respetar nuestras instituciones”.

Una declaración tan clara y tan llena de sentido común de lo que se entiende por integración no suele ser frecuente. En España, sin necesidad de ir más lejos, tras los atentados de septiembre, la reacción más generalizada ha sido la de deshacerse en zalameros halagos hacia la “cultura y civilización islámica”. Se ha producido una reafirmación en nuestros deseos de multiculturalidad y reivindicado el Islam como “patrimonio de todos”.

Es difícil comprender por qué resulta tan incorrecto decir que para que los inmigrantes se integren es preciso que aprendan nuestra lengua, que conozcan nuestras costumbres y que respeten nuestras leyes. Cuanto más se aparten los inmigrantes de nuestra forma de vida, más tiempo permanecerán encerrados en sus guetos y más peligro tendrán de vivir en la marginalidad y ser presa fácil de mafias oportunistas. Es difícil comprender por qué hay tan poca gente que como Blunkett se atreva a decir algo que parece tan evidente.

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