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Alicia Delibes

Crear pensamiento

Hace dos meses, el Defensor del Pueblo andaluz, la Junta de Andalucía, Izquierda Unida, PSOE, ATIME, CCOO, UGT, SOS racismo y otras organizaciones y partidos políticos progresistas se mostraron encantados y orgullosos de esos 430 inmigrantes que, con el permiso y apoyo, del rectorado se encerraron en la Universidad Pablo de Olavide (UPA) de Sevilla.

Aseguraban en aquellos días que el encierro no tenía nada que ver con la cumbre europea ni con la convocatoria de huelga general, sino que se trataba de un movimiento espontáneo de esas pobres gentes que querían llamar la atención de los representantes gubernamentales sobre su penosa situación. Terminada la cumbre y fracasada la huelga, nada pintaban ya allí aquellos inmigrantes, así que se iniciaron conversaciones para que fueran desalojando el campus. Muchos de ellos lo hicieron pero, 60 días después, aún quedaban 270 –parece ser que en su mayoría argelinos– dispuestos a aguantar hasta conseguir el caramelo que los responsables de aquel encierro les habían prometido: “los papeles”.

Era evidente que la intención de todos estos grupos y organizaciones fue manipular a los inmigrantes para conseguir un clima de protesta y desorden en los días en que se celebraba la cumbre europea. Por eso resulta un tanto cómico que ahora aquellas mismas organizaciones que apoyaron aquel “espontáneo encierro” se estén tirando los trastos a la cabeza acusándose unas a otras de haber manipulado a los “indefensos inmigrantes”.

Parece ser que ha sido el rector en funciones de la Universidad quien solicitó el pasado jueves la ayuda policial para “proceder al desalojo” ya que Rosario Valpuesta, rectora de la UPA, se encontraba de vacaciones. Sin embargo en unas declaraciones al diario El País, la señora Valpuesta ha querido dejar claro que ella misma había decidido el desalojo el pasado miércoles tras “un altercado de un grupo con trabajadores”. En estas mismas declaraciones la rectora explicaba su entusiástico apoyo al encierro de los inmigrantes aquel día del pasado mes de junio en que puso a su disposición el pabellón de deportes de la Universidad, un par de televisiones, pizarras, libros, mesas y hasta retretes portátiles. Explicaba también que ella nunca había pensado participar en una maniobra que utilizara a los inmigrantes, pues en esta Universidad “no estamos para actuar en política, sino para crear pensamiento”.

Entiendo que la rectora magnífica, al mostrar su apoyo a los movimientos anticapitalistas y antiglobalizadores que se movilizaron con ocasión de la cumbre europea, lo que pretendía era dar una hermosa lección de solidaridad, tolerancia e interculturalidad; y lo que le ocurre ahora es que, como buena progre incapaz de aprender la lección, en vez de reconocer que lo que hizo fue luchar contra el capitalismo opresor, según le exige su adscripción a la sacrosanta religión del progresismo y que el asunto le ha desbordado, prefiere creer que todo lo ha hecho muy bien porque ha cumplido con su trascendental misión: “crear pensamiento”.

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