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Alicia Delibes

Desde la diversidad y para la igualdad

Los sectores de enseñanza de CCOO, CGT y UGT, el Movimiento de renovación pedagógica (MRPs) , el Movimiento Cooperativo de Escuela Popular (MCEP) y la Confederación Estatal de Asociaciones de padres y madres de alumnos (CEAPA), esto es, todas las fuerzas vivas de la progresía pedagógica han organizado un Congreso Nacional para lanzar una alternativa a la proyectada Ley de Calidad del Ministerio de Educación.

La alternativa que ofrecen suena tan incomprensible como rimbombante “Construir la escuela desde la diversidad y para la igualdad”. Sus promotores, que fueron en su mayoría colaboradores de la gran reforma socialista de nuestro sistema educativo, consideran que la idea lanzada por Pilar del Castillo de constituir distintos itinerarios, según los planes e intereses de los escolares, antes de finalizar la ESO es un atentado contra los principios “igualitarios” que inspiraron la elaboración de la LOGSE.

Ante la realidad de las aulas imposibles de gobernar en las que conviven adolescentes de 14 a 18 años con capacidades e intereses radicalmente distintos, cualquier solución les parece mejor que la desintegración de un grupo conflictivo. Han bautizado su propuesta como “diversificación” que, en la práctica, consiste en la formación de un grupo lo más heterogéneo posible, con alumnos de distintas edades, nacionalidades, lengua materna, cultura, religión y, a poder ser, con alguna “minusvalía física”. Cuando ya se tenga el “grupo ideal” se debe hacer desfilar por el aula todo tipo de “pedagogos especialistas” para que saquen de clase, uno a uno, a los adolescentes problemáticos con el fin de que reciban una atención individualizada durante parte de su jornada escolar.

Esto tiene su lado bueno y su lado no tan bueno. Es buenísimo para los sindicatos, que consiguen puestos de trabajo y con ello una razón para seguir existiendo. Es bueno para los pedagogos, que aseguran así su salidas profesionales. Es malo para el profesor, digamos de matemáticas, que no sabe que hacer con tanta “diversidad” de conocimientos sobre los que organizar la enseñanza de su asignatura. Es bueno para que el alumno aprenda algo que ya sabe, que no todos son como él y que la sociedad es un conjunto heterogéneo de individuos; pero es malo para que se instruya y alcance una cierta cultura.

Pero, bueno o malo, lo que es completamente seguro es que esa diversificación resulta carísima, lo que la convierte en la solución más atractiva para la izquierda española. Una izquierda que siempre exige más gasto público pero que no cree en la necesidad de justificar el empleo que se da al dinero del contribuyente.

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