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Alicia Delibes

El asunto de la conflictividad

Eulalia Vaquera, presidenta de la CEAPA (Confederación Española de Asociaciones de Padres de Alumnos), ha manifestado, según publicaba el martes el diario ABC, la preocupación de los padres por el aumento de la conflictividad en los centros escolares. Aunque las soluciones que se ofrecen sean variopintas, algo hemos avanzado. Al menos, en una cosa nos ponemos de acuerdo, la indisciplina en las aulas es ya intolerable. Lo es desde hace mucho tiempo, pero la novedad consiste en que, por fin, los profesores lo denuncian y, por fin, la sociedad se entera.

Puestos de acuerdo en la existencia del mal, hablemos de sus posibles soluciones. Casi todos los colectivos que tienen voz en el terreno de la educación, “progres” en su mayoría, creen que la solución pasa por dotar a los centros de más pedagogos, de más psicólogos y de más dinero. Si sus propuestas responden a la honesta intención de solucionar el problema, cosa que dudo, me atrevería a sugerirles que reflexionaran sobre el papel que los pedagogos y psicólogos llevan ejerciendo desde hace ya bastantes años en la educación. Me atrevería a decirles que sus propuestas suenan a viejas, a amortizadas, y que si quieren hablar en nombre de la modernización y el progreso en la educación discurran algún sistema que sea realmente innovador. Me atrevería a pedirles que hicieran las cuentas de lo que pagamos los contribuyentes por tener a un alumno 10 años en una escuela que no consigue mucho más que mal enseñar a leer y escribir.

Hay quien dice que el problema no es tan grave como lo pintan los profesores, que lo que ocurre es que a estos les cuesta admitir que la sociedad ha cambiado mucho y que la escuela y los institutos son el reflejo de esa sociedad. De acuerdo, pero ¿cómo y cuándo se han educado los individuos que forman esa sociedad? ¿no será la escuela de hace 10, 15, 20 o 25 años la responsable de ese cambio de comportamiento social? ¿creemos o no creemos que la educación es la pieza clave para la formación del individuo dentro de la sociedad?

Hace ya casi treinta años que en la escuela y en los institutos rigen las normas que impuso aquella generación “progresista” del 68, unas normas que impedían al profesorado ejercer cualquier tipo de autoridad sobre sus alumnos, que imponían unos hábitos de conducta tan relajados que el uso de términos como orden, disciplina, sanción, podía considerarse un delito. Las clases se iban haciendo cada vez más ruidosas y caóticas, los trabajos para casa raramente se hacían, los exámenes se fueron sustituyendo por trabajos monográficos mal hechos y peor presentados.

Los directores también participaron en esta “democratización de la enseñanza”. Jamás se atrevieron a reconvenir y, mucho menos, a sancionar a un profesor que llegaba tarde o se marchaba antes de terminar su clase. Pero aún más, también la administración se modernizó y se despojó del “autoritarismo franquista”. Si alguna vez se aplicaron sanciones administrativas a un director o profesor fue por su excesivo celo y rigor en el trato con los alumnos y nunca por negligencia en el cumplimiento de sus obligaciones.

Estos usos se han hecho ya costumbre en nuestros centros escolares, la única novedad de los últimos años ha sido la disposición socialista según la cual todos los adolescentes de 14 a 16 años deben estar juntos y bien revueltos, quieran o no quieran estudiar y ya sean más o menos listos o más o menos buenos. Si el adolescente es de por sí conflictivo, muchos adolescentes juntos, con características tan diversas y en un ambiente de tan relajada disciplina resultan realmente ingobernables.

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