En el diario ABC del pasado lunes leí un artículo, La marquesa y el inmigrante, con el que Juan Manuel de Prada contestaba al penúltimo ataque que Rafael Simancas ha lanzado sobre su contrincante electoral, Esperanza Aguirre.
Y es que a don Rafael, como ya no sabe qué decir para insultar a su rival en las urnas, se le ha ocurrido remover la memoria de los madrileños con aquella vieja anécdota sobre el escritor portugués “Sara Mago” que algún ingenioso polanquista puso, en su día, en labios de la que entonces era ministra de Educación.
Me sorprendió de Juan Manuel de Prada que, a pesar de su clara intención de defender a “la marquesa” contra los estúpidos y descontrolados ataques del “inmigrante”, diera por buena la versión de aquel sucedido y aceptara, sin esbozar crítica alguna, la imagen de tontita e inculta que tan intencionada y cuidadosamente crearon entonces los agentes de propaganda del grupo PRISA.
Cuando el PP ganó las elecciones del 96, el Ministerio de Educación era un feudo de los socialistas. Aunque Felipe González tuviera que abandonar la Moncloa, el PSOE no estaba dispuesto a soltar las riendas de la educación. Así que cuando la administración socialista se vio obligada a abandonar los despachos, el grueso de la secta de los pedagogos progres quedó en Alcalá 34 para seguir controlando todo aquello que tuviera que ver con la enseñanza de los españoles.
A este Ministerio llegó Esperanza Aguirre. Era de imaginar que sus principios liberales, su espíritu pragmático y su sentido común se darían de bruces con el dogmatismo de sus pobladores. Éstos, en cuanto se dieron cuenta de que no la harían tragar sus falacias y cretineces, pusieron en marcha toda la maquinaria propagandística que tenían a su alcance para desprestigiarla.
Resulta verdaderamente desesperanzador que esa propaganda lanzada desde el archipiélago Orwell de la educación llegara a calar tanto entre los españoles que alcanzara a individuos que, como Juan Manuel de Prada, se suponen al abrigo de cualquier contaminación.
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