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Alicia Delibes

Giuliani recuerda a las víctimas

El lunes 1 de octubre de 2001, veinte días después de que dos aviones repletos de inocentes pasajeros, secuestrados por unos asesinos cegados por el odio y el rencor hacia la civilización occidental, fueran convertidos en bombas humanas y lanzados contra las Torres Gemelas de Nueva York, el alcalde de esta ciudad, Rudolph W. Giuliani, conmocionado todavía por la tragedia, se dirigió a la Sesión Especial sobre Terrorismo de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Según narra él mismo en su libro recientemente aparecido, Leadership and Crisis, quería exponer ante aquellas personas, “acostumbradas a las ambigüedades”, algo que no tenía nada de ambiguo: EEUU se estaba enfrentando “al mal absoluto” y no podía renunciar a la defensa de los valores que representaba.

En aquellos días que siguieron al sangriento ataque terrorista, nadie se atrevió a criticar al alcalde de la ciudad de Nueva York y, sin embargo, quince meses después, pocos europeos suscribirían las palabras de Giuliani. Ahora que “la vieja Europa” ha decidido marcar bien las distancias entre uno y otro lado del Atlántico, puede ser conveniente recordar algunas de las cosas que dijo el alcalde de la ciudad norteamericana aquel primero de octubre de 2001 ante la Asamblea de Naciones Unidas.

“El 11 de septiembre del año 2001, la ciudad de Nueva York –la que acoge una mayor diversidad de cuantas ciudades hay en el mundo– fue salvajemente atacada en un acto de guerra no provocado. Millares de hombres, mujeres y niños inocentes de todas razas, religiones y etnias han muerto. Entre ellas hay personas de 80 naciones distintas. A sus representantes aquí presentes en el día de hoy, les ofrezco mis condolencias.

“Fue el ataque terrorista más mortífero que ha habido en la historia. Y no fue sólo un ataque a la ciudad de Nueva York o a Estados Unidos de América, fue un ataque a la misma idea de una sociedad libre, civilizada y en la que todos tienen cabida.

“Lo que nos define como Estados Unidos de América son nuestras convicciones y no nuestros orígenes étnicos, nuestra raza o nuestra religión. Nuestra creencia en la libertad religiosa, la libertad política y la libertad económica nos hace ser lo que somos y para llegar a ser uno de nosotros basta con demostrar que se tiene fe en la democracia

“Es trágico y perverso que sea por esos mismos principios por los que hemos sido atacados. Y es que nuestra libertad es para los terroristas una amenaza, ellos saben bien que su poder quedará destruido si nuestras ideas de libertad ganan terreno entre su gente.

“En la cuestión del terrorismo la neutralidad no tiene cabida. O estáis con la civilización o estáis con los terroristas. En un lado están la democracia, el gobierno de la ley y el respeto a la vida humana; en el otro están la tiranía, las ejecuciones arbitrarias y el asesinato en masa.”

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