Menú
Alicia Delibes

La cultura del botellón

Desde hace varios años se ha impuesto entre los jóvenes y adolescentes la costumbre de “salir de marcha” los viernes por la noche, los sábados por la noche y cada vez más también los jueves por la noche. Ríos de muchachos y muchachas, cargados con un botellón de calimocho o de algún otro brebaje alcohólico, se dirigen hacia algún parque, plaza o cualquier otro lugar que, para terror del vecindario, ha sido elegido para sus concentraciones “lúdicas”. Esa es su forma de divertirse y es tan generalizada que hay quien la ha llamado ya la “cultura del calimocho”.

Hasta ahora, si la mala fortuna de no se sabe qué azar, había llevado a un pequeño grupo de jovencitos a sentarse frente a tu casa y pasar allí las horas de la noche bebiendo, voceando y con la música de alguna radio a tope, no quedaba otro remedio que armarse de paciencia, cerrar bien las ventanas, tomarse un somnífero e intentar dormir. Pero hete aquí que, de pronto, alguien se ha dado cuenta de que no hay por qué seguir tolerando la insolente arrogancia de esta muchachada que dice tener derecho a divertirse como le dé la gana aunque ello suponga jorobar al prójimo, y el debate se ha abierto en comunidades autónomas y ayuntamientos.

El defensor del menor de la Comunidad de Madrid, Pedro Núñez Morgades, consiguió que Ruiz Gallardón reuniera el viernes pasado una mesa que han bautizado como “Mesa del botellón” para discutir y estudiar qué se podría hacer para resolver una situación que se ha hecho alarmante. Alberto Ruiz Gallardón, que no es amigo de enfrentamientos, tiene difícil encontrar una solución. Le gustaría convencer a los adolescentes de que el alcohol es malo para la salud, de que no deben alborotar por la calle a ciertas horas de la noche porque frente a su derecho a divertirse está el de los vecinos a descansar y de que, además, no pueden convertir las calles en una pocilga. Ojalá el presidente de la CAM sea más persuasivo que las autoridades académicas, pongo por caso, que consienten que los campus universitarios en las tardes de viernes cuando llega la primavera se conviertan en bares al aire libre donde estudiantes totalmente bebidos ofrecen espectáculos poco edificantes desde las primeras horas de la tarde.

Asegura Núñez Morgades que son ya cerca de medio millón los jóvenes madrileños que se apuntan a este plan de “salir de marcha” los fines de semana y que de ellos casi 150.000 son alumnos de la ESO. Algo que todos los profesores sabemos, pues no en vano se pasan constantemente encuestas entre escolares de 14 a 16 años en las que se recoge que casi la totalidad de ellos acostumbra a beber calimocho los fines de semana. Y, si los profesores lo saben, no es posible que los padres lo ignoren, así que debemos llegar a la conclusión de que a los padres o no les importa o no tienen forma alguna de impedir que sus hijos salgan y beban todo lo que se les antoje.

Sería lógico pensar que, si los ayuntamientos se deciden a tomar medidas para evitar tanta borrachera juvenil colectiva, encontrarán apoyo en las familias y en el profesorado. Pero conociendo la necedad y ñoñería que se respira en el mundo educativo, seguro que encontraremos muchos partidarios de esa opinión que expresó la presidenta del Consejo de la Juventud, Nuria Ayuso, en la “Mesa del botellón” el viernes pasado de que “nunca una sanción puede ser pedagógica”.

© www.libertaddigital.com 2002
Todos los derechos reservados

Titulares de Libertad Digital
Suscríbase ahora para recibir nuestros titulares cómodamente cada mañana en su correo electrónico. Le contamos lo que necesita saber para estar al día.

 &nbsp
!-->

Temas

En Sociedad

    0
    comentarios