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Alicia Delibes

La subcultura femenina

En España existe una asociación de mujeres matemáticas llamada Ada Byron que lucha por lo que ellas llaman “coeducación matemática”. Esta asociación, que dicho sea de paso cuenta con la colaboración del Instituto de la Mujer y de la Comunidad de Madrid, anda muy preocupada porque un grupo de expertos ha presentado en el primer Congreso Nacional sobre las mujeres y la ingeniería, celebrado recientemente en Barcelona, un estudio en el que se asegura que sólo el 23 % de los alumnos de carreras técnicas son mujeres.

En el último número de la revista que publica la Ada Byron, su presidenta, Xaro Nomdedeu, escribe un delirante artículo, titulado “Mujeres y matemáticas”, en el que pretende analizar las razones que pueden esconderse detrás de un dato tan “alarmante”. A Xaro, como a las feministas matemáticas que representa, lo que más le molesta es que haya quienes atribuyen esta escasez de vocaciones científicas femeninas a la posible falta de interés de la mujer hacia la ciencia pura y, lo que para ellas es mucho peor, a una diferente capacidad de abstracción entre hombres y mujeres. Así que han decidido que el problema no está en la mujer sino en la propia ciencia. Una ciencia que dicen es misógina y cómplice del “discurso patriarcal” que “posterga a la mujer, destruye el planeta y condena a gran parte de la población a una vida indigna”. Lo que ellas proponen es cambiar la ciencia, “humanizarla” y hacerla más femenina.

Nomdedeu habla de dos “subculturas”, la masculina y la femenina, con distintas escalas de valores. Propias de la subcultura masculina serían “la inteligencia, la autonomía y la autoestima”, mientras que caracterizan a la femenina “la sensibilidad emocional, la comunicación y la responsabilidad”. Si la mujer lograra introducirse en el mundo científico, dice, las sociedades serían más justas y el “paradigma científico que nos está llevando hacia un capitalismo neoliberal, hacia la guerra y la destrucción del mundo”, se convertiría en otro más “humanista, integrador, creativo, solidario y corporativo”.

Para Nomdedeu, la ideología política está íntimamente relacionada con el “género”. Así, por ejemplo, no sería propio de la mujer tener confianza en la libertad de mercado ya que, siendo ésta “la madre de la competitividad y de las mayores diferencias sociales”, sólo pueden defenderla quienes poseen una “voluntad alienada”, propia más bien de “la subcultura masculina”.

Este cacao mental no ha impedido a la asociación Ada Byron, manifestar su apoyo a la llamada Ley de Paridad y presumo que habrá recibido con entusiasmo la noticia de que ya son dos las comunidades autónomas en las que la ley obliga a que haya tantos hombres como mujeres en el Parlamento regional. Si el ejemplo cunde sólo nos queda rogar para que las mujeres no se crean, como Nomdedeu, que la inteligencia, la competitividad, la autoestima y el individualismo son perversos y patrimonio exclusivo del hombre.

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