No creo que a los libreros les convenga que se establezca la gratuidad de los libros de texto, a no ser que esa gratuidad se haga al modo castellano-manchego. Esto es, compre usted el libro a su hijo y lleve la cuenta a la Consejería de Educación, le será abonado el total del importe.
Muy discutible me parece la obtención gratuita de los libros de texto. Pero lo que ya no entiendo es la razón de exigir al estado el pago del 25% correspondiente a la ganancia de las librerías. Cuando se pide que el estado cargue con el coste de los libros de textos, supongo que se puede sobrentender que lo que se pide es que compre a precio de editorial y no a precio de librería.
Claro que, si es inadmisible que la pequeña librería mame de la vaca del estado, también debería serlo que las editoriales lo hagan. Podrían los autores de los textos servirlos directamente a los centros en un manejable y cómodo soporte informático.
De esta forma, la limpieza étnica -que, según dice el presidente de la “Asociación nacional de editores de libros y material de enseñanza”, Mauricio Santos, quiere el gobierno hacer con los pequeños libreros- se extendería también a las editoriales y éstas podrían ya quejarse abiertamente del perjuicio que se les hace y no se verían obligadas a disfrazar la defensa de su negocio de solidaridad con el más débil.
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