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Alicia Delibes

Mediadores de conflictos

El País del 10 de noviembre describía una  nueva experiencia escolar que tiene fascinados a los pedagogos más progres de Cataluña. Se llama mediación en conflictos y, según este periódico, está resultando un método eficaz y moderno de resolver riñas escolares y evitar que éstas desemboquen en violencia.
 
Consiste en lo siguiente: cuando dos chavales discuten o están peleados por cualquier mínimo motivo se les aconseja que acudan a una sala especial llamada “habitación del conflicto”. Allí son atendidos por unos “mediadores”, compañeros suyos convenientemente formados, que actúan como jueces y exigen de las partes un compromiso de reconciliación.
 
Para que la cosa funcione, los mediadores han de ser elegidos por los propios alumnos, no entre aquellos que sean más estudiosos o cumplidores, sino entre los que demuestren tener un carácter apropiado para la misión que se les encomienda. “Lo que cuenta es la empatía, la observación y la capacidad”, aseguraba a El País Aurora Méndez, psicóloga clínica y una de las impulsoras del experimento.
 
Para los expertos en “mediación de conflictos” lo mejor de este método es que, por un lado, propicia la creación de “una especie de contracultura” que hace que “se prestigie más hablar que pelearse o insultarse” y, por otro, supone “un proceso educativo en sí mismo porque enseña a que en la vida siempre hay que negociar”.
 
Por lo visto ya hay 50 centros de Cataluña apuntados a esta experiencia para la que la Generalitat ha destinado 70.000 euros. En el artículo no queda claro si se trata de 70 000 euros por centro o han de repartirlo entre todos, con lo que, por el módico precio de 1.400 euros, tendrán expertos, mediadores, salas especiales etc. Aunque así fuera, todavía me resulta caro si considero que cualquier profesor con sentido común debería ya estar suficientemente preparado y acostumbrado a resolver esos pequeños conflictos escolares a los que hace referencia el artículo de El País.
 
Pero es que, además, que una niña tenga que explicar delante de 30 compañeros en la “clase semanal de conflictos personales”, que la llaman flaca y que no la hacen caso, o que una profesora comparezca ante sus quejosos pupilos para “arreglar un desajuste entre ella y un alumno”, podrá ser muy moderno y muy psicopedagógico pero a mí me parece que sólo sirve para ensayar la participación de los niños en Gran Hermano o en cualquier otro de esos siniestros programas televisivos donde uno puede ganar fama y dinero sacando a relucir “todo lo que tiene dentro”.
 
Y por último, que el dinero de la Generalitat, se gaste en esta banalidad pedagógica, que más que otra cosa produce vergüenza ajena, me parece sencillamente un atraco a los contribuyentes.
 
Claro que no he tenido  en cuenta que esta innovación pedagógica cuesta dinero porque responde a una nueva ciencia llamada “Conflictología” que se autodefine como “la ciencia del conflicto o compilación de conocimientos y habilidades sobre los conflictos y sobre las posibilidades con que la Humanidad puede contar para intentar preverlos, reducirlos e incluso encontrar solución” (véase www.conflictologia.net).
 
En este mundo de la pedagogía basta con que alguien invente un vocablo y  en torno a él se convoquen seminarios, se realicen congresos y se escriban muchas tesis doctorales para que se dé el visto bueno a una nueva ciencia. En realidad, todas estas nuevas ciencias prefabricadas, más que ciencias tienen pinta de ser magníficos negocios.

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