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Alicia Delibes

Noticias de Suecia

Pedro Schwartz fue quien me puso sobre la pista de que en Suecia se había introducido, de forma experimental y sólo en algunas escuelas, el cheque escolar. Así que, cuando hace unos días estuvo por aquí Inger Enkvist, la autora de un magnífico libro del que ya he hablado varias veces publicado en España por la editorial Unisón con el título La Educación en peligro, tuve especial interés en citarme con ella para conocer de primera mano cómo era ese asunto de los cheques escolares suecos.

Pues bien, no es exactamente un cheque escolar, se trata de una experiencia que puso en marcha el gobierno de derechas, que estuvo en el poder desde 1989 a 1993, y que consiste en que el Estado concede ayudas económicas a escuelas de iniciativa privada; unas ayudas que se calculan en función del número de alumnos matriculados cada año. Estas escuelas gozan de una autonomía muy superior a la que generalmente rige en las escuelas estatales.

Los socialdemócratas, como es de suponer, no tienen ningún aprecio por esta innovación pedagógica que, aunque aquí nos suene muy parecida a nuestros conciertos, para un país como Suecia, que se ha sentido orgulloso siempre de su sistema de enseñanza pública y donde el número de colegios privados es mínimo, resulta una experiencia totalmente revolucionaria.

La sociedad sueca está verdaderamente preocupada por la enseñanza. Las últimas medidas que tomaron los socialdemócratas, informatización de la enseñanza y municipalización de las escuelas, han resultado un fracaso absoluto. Me contaba Inger que en una pequeña escuela del norte de Suecia, gracias a las ayudas para nuevas tecnologías concedidas por el gobierno sueco y por la Unión Europea, el dinero corre a raudales; cada alumno dispone de un ordenador y cada profesor de un portátil de última generación. Un estudio acaba de poner de manifiesto que sus buenos alumnos han perdido capacidad de leer y de expresarse oralmente mientras que los peores manejan los teclados de sus ordenadores sin comprender ni poco ni mucho lo que están haciendo. Por otra parte la llamada Reforma Municipal, con la que las competencias educativas se pusieron en manos de los ayuntamientos, ha dividido el sistema estatal de enseñanza en 270 minisistemas, uno por cada municipio, y ha convertido los centros de secundaria en algo parecido a las antiguas escuelitas de pueblo.

Para el actual gobierno sueco la educación, junto con la sanidad y la atención a los ancianos, es asunto prioritario. Los socialdemócratas empiezan realmente a preocuparse porque perciben la desconfianza de la sociedad. Estocolmo, único ayuntamiento gobernado por la derecha, ha levantado la obligación que tenían los padres de llevar a sus hijos al colegio del barrio, lo que ha provocado una desbandada general hacia los colegios del centro de la ciudad que tienen fama de tener un nivel de estudios más alto y de mantener una mayor disciplina.

Muestra de la preocupación de los suecos por el deterioro de su sistema de enseñanza puede ser el que la edición original sueca del libro de Inger, radicalmente crítico con la pedagogía progresista que impuso la escuela comprehensiva, haya vendido ya 6000 ejemplares y esté en su tercera edición.

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