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Alicia Delibes

Un cementerio en Luxemburgo

A 5 kilómetros de la ciudad de Luxemburgo, en el pequeño pueblo de Hamm hay un cementerio militar en el que fueron enterrados más cinco mil soldados y oficiales americanos que perdieron su vida en la Batalla de Las Ardenas. Junto a ellos reposan los restos del famoso General Patton.

Si un cementerio es un lugar que siempre invita a la reflexión, este de Hamm ofrece además a sus visitantes una buena lección de historia. Alemania invadió Luxemburgo el 10 de mayo de 1940, el mismo día en que sus tropas atacaban Francia y Países Bajos. Dos años más tarde, Hitler anunciaba la incorporación de este pequeño país de unos 2.500 kilómetros cuadrados al Tercer Reich. El hecho de que en Luxemburgo, además de luxemburgués y francés, se hablara alemán fue razón suficiente para que Hitler considerara que era tierra conquistada. Los luxemburgueses recuerdan todavía con rencor cómo los jóvenes fueron movilizados y enviados a la fuerza a los frentes más duros de la guerra.

A partir de la liberación de París, el 25 de agosto de 1944, el ejército aliado, bajo las órdenes de Eisenhower, inició un vertiginoso viaje para hacer recular las tropas de Hitler hacia territorio alemán. El 3 de septiembre fue liberada Bruselas, el 4 Amberes, el 10 Luxemburgo y el 11 las fuerzas de tierra aliadas entraron por primera vez en Alemania. La fortificación de hormigón llamada del Muro Oeste detuvo el avance aliado y tras él se concentraron las ya mermadas fuerzas del ejército alemán.

Según cuenta la historia, el 16 de septiembre Hitler interrumpió una reunión de su Estado Mayor para anunciar su gran decisión: lanzarse al contraataque a través de las Ardenas para recuperar Amberes. Hitler estaba seguro de que unidades de comando especiales, aprovechando el frío del invierno y las ventajas de un ataque sorpresa, lograrían fácilmente romper la línea americana en Las Ardenas.

En la madrugada del 16 de diciembre de 1944, Hitler lanzó su ofensiva. Las fuerzas alemanas cruzaron el río Our por el norte de Luxemburgo e hicieron retroceder a los sorprendidos soldados del ejército aliado hasta la ciudad de Bastogne. En esta pequeña ciudad, situada a pocos kilómetros al nordeste de la capital del Gran Ducado, un destacamento americano con poco más de 11000 hombres hizo frente al ejército de Hitler que se vio obligado a proseguir su avance rodeando la ciudad.

Aquellos jóvenes americanos, mandados por su general McAuliffe, iban a pasar las navidades más duras de su vida. Con pocos víveres y casi sin munición lograron aguantar varias embestidas del ejército alemán hasta que, el 26 de diciembre, las fuerzas del General Patton, en una contraofensiva histórica, liberaron la ciudad.

En la Batalla de las Ardenas hubo 23.218 americanos desaparecidos, 47.493 heridos y más de 10.000 muertos. Los cadáveres de los soldados norteamericanos que no pudieron ser repatriados fueron enterrados en Hamm el 29 de diciembre de 1944. Cuando un año después, en la ciudad alemana de Heidelberg, murió Patton a consecuencia de las heridas de un accidente automovilístico, se tomó la decisión de llevar sus restos al cementerio luxemburgués para que reposara allí junto a sus soldados.

Si uno se pasea por el cementerio de Hamm entre cruces blancas y estrellas de David y se acerca a leer el nombre de los muertos a los que cada una de ellas recuerda, podrá ver que la mayoría de los soldados que murieron en las Ardenas apenas habían cumplido los 18 años. Uno se pregunta entonces qué pasaría por la cabeza de aquellos muchachos para ir a morir tan lejos de su tierra y se siente lástima por no poderles ya contar que el sacrificio de sus vidas sirvió para librar a Europa del terror de un tirano enloquecido.

Han pasado casi diez años desde que conocí aquel cementerio, pasear por allí contribuyó a que me despojara de muchos de mis prejuicios antiamericanos y ahora, cuando la vieja Europa, dominada por no sé que suerte de resentimiento o resquemor y en nombre de un angelical pacifismo se niega a aceptar las razones de Estados Unidos para defenderse y defendernos del terrorismo fundamentalista, me pregunto si alguien se acercará a ese cementerio de Hamm y osará poner unas flores a la tumba del General Patton y a las de todos aquellos miles de chicos de menos de veinte años que lucharon y murieron para devolver la libertad a Francia, Bélgica y Luxemburgo.

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