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Alicia Delibes

Un rito de iniciación

Varios miles de estudiantes se presentan estos días a las PAAU (Pruebas de Aptitud para el Acceso a la Universidad) que es como ahora se llama la selectividad. Aunque, según las estadísticas, el 90 % aprueba, los chicos están nerviosos, lo cual no debe de extrañar a nadie ya que, por primera vez en su vida, tienen que pasar por el angustioso rito de un verdadero examen. Algunos, más que el examen en sí, temen dormirse, perder el autobús, olvidar su DNI o dejarse la calculadora en casa. Se trata de un auténtico rito de iniciación.

El otro día escuché por la radio al representante de una de esas asociaciones de estudiantes que protestan cada vez que alguien inventa algo para hacerles estudiar. El muchacho decía que era contrario a la selectividad y a cualquier otra forma de examen, porque era muy injusto tener que jugarse el futuro a una sola carta. Pues bien, si las cuentas no me engañan, dado que la probabilidad de pasar la selectividad es de 9/10 no se juegan los jóvenes su futuro a una sola carta sino a 36, si es que juegan con baraja española.

Así que deberían relajarse un poco, estudiar y presentarse a su examen con la seguridad de que lo tienen casi matemáticamente aprobado.

Lo malo, lo que de verdad preocupa a muchos de los que en estos días deben pasar por tan estresante prueba, es que no se trata de una rifa sino de un examen y, claro, un examen, por muy fácil que sea aprobarlo, exige del alumno un importante esfuerzo no sólo para prepararlo, sino también para hacerlo. Precisamente ese esfuerzo es lo que, a mi modo de ver, justifica el enorme gasto que supone elaborar, vigilar, corregir y organizar este tipo de exámenes.

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