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Álvaro Vermoet Hidalgo

El aznarismo y la enseñanza

La obsesión del "nuevo" equipo de Mariano Rajoy por alejarse del aznarismo está acabando con lo que costó tanto trabajo conseguir: una alternativa de la derecha liberal a la izquierda educativa.

El gran legado que dejó José María Aznar a la política española fue sustituir la antigua Alianza Popular (una coalición sin posibilidades de Gobierno formada por conservadores, regionalistas y herederos del franquismo) por una derecha liberal y nacional unida en torno a un liderazgo y capaz de integrar tanto a quienes venían del liberalismo clásico, como Esperanza Aguirre, como a quienes procedían de aquella derecha conservadora de AP, como Alberto Ruiz-Gallardón. Antes de Aznar, la muy conservadora AP de Manuel Fraga, con Gallardón al frente de la Secretaría General era, sin embargo, una derecha acomplejada, tal vez por sus orígenes franquistas, poco interesada por la revolución liberal que Reagan y Thatcher iniciaban en aquellos años 80. Así, la educación, la cultura o la política lingüística formaban un coto que ellos mismos parecían reservar a la izquierda y a los nacionalistas. La única reivindicación conocida en materia de enseñanza de aquella AP fue la defensa de la asignatura de religión.

El regeneracionismo que Aznar, Rodrigo Rato y Álvarez-Cascos iniciaron con la refundación del Partido Popular tuvo también su reflejo en el nuevo discurso de la derecha en materia de enseñanza, que empezó a construirse con la llegada de Aznar al Gobierno. El nombramiento por parte de Aznar de Esperanza Aguirre como ministra de Educación dio lugar a la creación de un pensamiento político liberal en materia de enseñanza, gracias a una ministra que se sentía absolutamente legitimada para hacer frente al sectarismo pedagógico y tratar de imponer algo de sentido común en la educación. Lejos de limitarse a hablar de la asignatura de religión, aquel primer Gobierno de derechas de la democracia trató de mejorar la enseñanza de las Humanidades, acabando con tanto pedagogismo inútil y defendiendo unos planes de estudio rigurosos con contenidos comunes en toda España, lo que le valió la persecución de los nacionalistas y dio lugar al inicio de la deriva anti-nacional del PSOE.

Ya en mayoría absoluta, el Gobierno de Aznar, con Pilar del Castillo al frente de Educación, aprobó en dos años tres leyes orgánicas que daban la vuelta al sistema vigente y configuraban toda una alternativa al sistema educativo socialista: la Ley de Calidad, la Ley de Universidades y la Ley de Formación Profesional. Lo cierto es que ni la Reforma de las Humanidades de Aguirre logró aprobarse ni la Ley de Calidad llegó a aplicarse, pero por primera vez había una derecha liberal en España que, sin complejos de ningún tipo, tenía toda una alternativa a la LOGSE y un nutrido pensamiento liberal que hacía frente a los dogmas y disparates que los pedagogos de izquierdas habían impuesto en la enseñanza.

Han transcurrido cinco años desde entonces. Aznar se dedica ahora a dirigir la Fundación FAES, un think-tank obsesionado por captar a los mejores cerebros y exprimirles en seminarios, observatorios, campus y numerosísimas publicaciones para recoger todas las aportaciones liberales y conservadoras que puedan seguir nutriendo aquello que Aznar llamó el "centro reformista" y que no es otra cosa que un pensamiento político de defensa de la economía de mercado y de la idea de España.

Los frutos de esta labor intelectual son numerosos: informes, documentos, libros, papeles y otras muchas publicaciones que dejan rastro de lo prolífero de la actividad intelectual de la fundación de Aznar. La enseñanza no es una excepción y lo que empezó con la Reforma de las Humanidades sigue desarrollándose en FAES con propuestas innovadoras centradas en mejorar la calidad de la formación: nuevas fórmulas de gestión de centros públicos, fórmulas de financiación más liberales, nuevos instrumentos de evaluación de los conocimientos de los alumnos, planes de estudio, formación del profesorado, modelos bilingües, etc.

Paralelamente, el Gobierno de Esperanza Aguirre en la Comunidad de Madrid también ha recogido la herencia de aquellos años y está construyendo una auténtica alternativa a la gestión socialista de la enseñanza: en vez de más subvenciones y más gasto en orientadores pedagógicos, Aguirre ha puesto en marcha los colegios públicos bilingües, la gestión por contrato de los centros públicos prioritarios, el cheque escolar para las guarderías privadas, unos planes de estudio inequívocamente nacionales, el examen al final de la Primaria, etc.

Todos los liberales españoles y todas las personas que observamos con preocupación el deterioro de la Instrucción Pública y de la autoridad del profesor derivadas del mayo del 68, del igualitarismo socialista y del totalitarismo nacionalista tenemos una gran deuda con lo que significaron aquellos años de Gobierno de José María Aznar. Y, precisamente por ello, no podemos permanecer en silencio cuando vemos la deriva que ha tomado la actual dirección nacional del PP, desechando por completo el legado de aquellos años de Gobierno.

La obsesión del "nuevo" equipo de Mariano Rajoy (que cuenta con el apoyo de jóvenes promesas como Fraga, Trillo, Arenas o Gallardón, y con fichajes estrella como Soraya, Pío o Pons) por alejarse delaznarismo, para hablar delprecio del pan, está acabando con lo que costó tanto trabajo conseguir: una alternativa de la derecha liberal a la izquierda educativa. Hemos visto, con la polémica que ha rodeado la Educación para la Ciudadanía, que lo único que el nuevo PP de Rajoy tiene que decir sobre la educación se parece peligrosamente a lo único que tenía que decir la vieja AP de Fraga. No nos basta ni con eso, ni con plagiar alguna frase de Sarkozy sobre la importancia del esfuerzo. Se trata de exigir con contundencia que nos expliquen por qué han desechado un legado que tanto costó construir.

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