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Álvaro Vermoet Hidalgo

La izquierda y el "proceso de Bolonia"

Harían bien los actuales dirigentes del PP en dejar de decir tonterías como que apoyan a los "anti Bolonia" y aprovechar para, mientras rectores, radicales y profesores como Savater se pelean entre sí, proponer una reforma verdaderamente liberal.

La mayoría de los españoles tiene claras algunas ideas sobre nuestro sistema educativo. Que no funciona, que nos sale carísimo y que en un tercio de España tiene como objetivo fundamental cambiar la lengua materna de los niños. Sin embargo, son muchas las dudas que suscita el llamado "Proceso de Bolonia" y resulta especialmente interesante cómo se está atacando y defendiendo a la vez desde la izquierda.

Partamos de lo esencial: la declaración de Bolonia la impulsan los rectores de las principales universidades europeas y tiene como objetivo facilitar la movilidad de los estudiantes y la acreditación de las titulaciones. Para ello, se opta por copiar el esquema anglosajón de enseñanza superior (un grado generalista y un posgrado de especialización) y reconocer mutuamente la carga de trabajo y las competencias que implica cada titulación. Luego vinieron otros elementos accesorios, como la demagogia pedagogista (clase magistral no, trabajos en grupos sí) o la posibilidad de que algunos posgrados se diseñen en colaboración con los sectores económicos en cuestión, que a cambio los financiarían.

Es precisamente esto último lo que más parece haber suscitado la violenta reacción de los antisistema contra nuestros rectores (que si se privatiza la universidad, que si se mercantilizan los estudios, que si desaparecen las becas...). Rectores a su vez criticados por intelectuales de la izquierda como Fernando Savater y otros en un reciente artículo que expresa, en definitiva, su temor a un menor protagonismo de las Humanidades, en parte por Bolonia y en parte por la aplicación que se haga de Bolonia en nuestra universidad. Cuestión esta que difícilmente sabremos si llega a producirse pues, por si acaso, el Gobierno de Zapatero ha preferido renunciar a un Catálogo Nacional de Titulaciones, dejar a las universidades que hagan lo que quieran y, encima, darles el Ministerio de Educación para que puedan implantar la reforma a su gusto y sin control.

La universidad no debe ser un coto reservado a la izquierda y, por eso mismo, haría mal el Partido Popular en no querer saber nada de todo este asunto de Bolonia. Y, sin embargo, lo más llamativo que ha dicho hasta ahora el PP, en boca del diputado marianista José Luis Ayllón, es que ellos "entienden" a los estudiantes que protestan (es decir, a esos simpáticos anti Bolonia de estética batasunizada que tienen secuestrada la universidad). No seré yo quien diga que hay que apoyar a los rectores, principales responsables del inmovilismo, la endogamia y el corporativismo que tienen paralizada nuestra universidad, pero de ahí a decir que el PP está con los anti Bolonia hay un paso.

El problema de partida que tiene la universidad española es el bajísimo nivel con el que entran los estudiantes. Y el problema de llegada es el bajísimo nivel con el que salen. Ello explica que España haya optado por un grado de cuatro años, en vez de tres, en el cual el primero de los cursos sea común entre ramas de conocimiento, es decir, que lo que vamos a hacer es dedicar un curso universitario a intentar dar la formación que debía haberse adquirido en el bachillerato. Por tanto, el problema del "fracaso escolar", de los resultados de PISA en España y de tener un mini-Bachillerato de un curso y medio dedicado a preparar la selectividad, lo estamos arrastrando a la universidad y, en un contexto de competitividad europea, partimos con una desventaja significativa.

Pero además del nivel de los alumnos, tenemos el eterno problema de la endogamia universitaria, que no por muchas veces repetido deja de ser un problema. Pese a los intentos de flexibilizar la universidad y de incentivar la movilidad del profesorado que recogía la Ley de Universidades de Pilar del Castillo, excelente ministra de Educación, la realidad es que los catedráticos, profesores y doctores siguen estudiando, investigando y enseñando en el mismo departamento de la misma universidad. Es decir, que hoy en día es inconcebible que obtenga una plaza como profesor universitario un candidato que no sea el del propio departamento, no digamos por ejemplo algún ingeniero o emprendedor indio que en Harvard cobraría un dineral y que aquí, entre no saber catalán y no haber trabajado gratis para el catedrático, no tendría nada que hacer.

Ese corporativismo, que a su vez impide avanzar en investigación y en la flexibilización de la financiación universitaria, es lo que representan rectores como el ahora ministro, Ángel Gabilondo, que están dispuestos a cambiar la estructura de las enseñanzas universitarias pero nunca la corrupta estructura de la propia universidad. Los rectores que tienen acampados en sus universidades a estos "anti Bolonia" son los mismos que dieron alas a esa demagogia de "no a la privatización de la Universidad" cuando se trataba de protestar contra la Ley de Universidades de Pilar del Castillo, que tenía de privatizadora lo mismo que el "proceso de Bolonia".

Lo mínimo que tendría que hacer la oposición es aprovechar esta escalada de críticas de la izquierda a la izquierda, algunas con sentido, otras pura demagogia y otras que no son sino intentos de mantener poder y presupuesto, para plantear qué modelo universitario defiende para nuestro país. Nuestro problema no es Bolonia, sino la universidad que tenemos ahora y que parece empeñada en desaprovechar Bolonia para modernizarse. Lo único significativo que nos va a dejar la gestión que está haciendo Zapatero de Bolonia es que nuestro país vaya ser el único que para crear un Espacio Europeo de Educación Superior haya renunciado a tener un modelo universitario nacional que pueda competir en el marco europeo.

La falta de adecuación de nuestra universidad, no ya al mercado, ni a Europa, sino a los mínimos de formación e investigación que le son exigibles a cambio del dinero que nos cuesta, es un problema "estructural". En primer lugar, no tiene ningún sentido, sino para incentivar el localismo y la falta de movilidad, tener universidades de referencia, mantener decenas de universidades de provincia cuyos resultados y cuya oferta son en algunos casos cuestionables y tener universitarios que apenas dominan el inglés. El modelo de universidad que defendemos los liberales tiene que pasar por la reforma de la financiación, la reforma del sistema de selección del profesorado y la reforma del sistema de gestión, de tal modo que tengamos un Espacio Universitario basado en la movilidad, la competitividad y la excelencia.

Si imitamos a la universidad americana en la estructura de grado y posgrado, lo cual parece razonable (también para los estudios de Derecho pues, frente a lo que dice Savater, una cosa es enseñar la ciencia jurídica y otra estudiarse las leyes de un Estado), ¿por qué no copiar el modelo de universidad que ha generado esa estructura? Algo falla cuando nuestros estudiantes optan en su mayoría por la universidad que tienen más cerca y cuando nuestros catedráticos han sido antes profesores y alumnos de la misma facultad.

La verdadera reforma consistiría en que las universidades se especializaran y tuvieran perfiles distintos, pudieran elegir a profesores mediante concursos internacionales, su financiación se condicionara a sus resultados académicos e investigativos y esos resultados fueran por todos conocidos a la hora de elegir centro de estudios. La reforma será tal cuando sea excepcional que un estudiante vaya a la universidad que tenga más cerca o que llegue a ser catedrático de la misma Universidad en que ha cursado sus estudios, dentro o fuera de España.

En fin, harían bien los actuales dirigentes del PP en dejar de decir tonterías como que apoyan a los "anti Bolonia" y aprovechar para, mientras rectores, radicales antisistema y profesores como Savater se pelean entre sí, proponer la reforma verdaderamente liberal que necesita la universidad española para modernizarse y poder competir en, ahora sí, un auténtico Espacio Europeo de Educación Superior.

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