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Amando de Miguel

Anglicismos y tonterías

Hay otros anglicismos que van entrando a la chita callando porque parecen más elegantes. Así, la formulita para presentarse: "Mi nombre es...", cuando sería más castizo y correcto: "Me llamo..."

Una y otra vez tenemos que volver a la epidemia anglicana en el lenguaje. Bien está la importación de palabras del inglés, más que nada porque es el latín de nuestro tiempo. Además, la importación es gratis. Pero debe hacerse con todo cuidado para no caer en la tontería. Confieso que mis textos deben de estar impregnados de anglicismos, pero procuro enmendarme si hay algún recurso castizo que sea equivalente. Lo fundamental es el esfuerzo.

Miguel Ángel Fernández Porras me escribe desde los Estados Unidos para reprobar la manía de algunos tertulianos cuando empiezan su perorata: "te voy a decir algo" o "déjame que diga una cosa". Es claro que se trata de traducciones literales del inglés: let me tell you something o también I´ll tell you something. Son circunloquios que están bien en inglés, un idioma muy cortante, pero que en el español, de por sí tan barroco, están de más. Don Miguel Ángel propone que, en lugar de "mandar un mensaje de texto" digamos "textear", o que en lugar de "buscar en Google" digamos "guglear". Acabaremos diciéndolo así. En mi Facebook yo digo "feisbukear" y me quedo tan pancho. Otros "tuitean" y no pasa nada.

Hay otros anglicismos que van entrando a la chita callando porque parecen más elegantes. Así, A. Rodríguez señala la formulita para presentarse "Mi nombre es…", cuando sería más castizo y correcto "Me llamo…". Lo curioso es que mi corresponsal se despide con "V.M. tenga un buen día, en habiendo lugar". La expresión quiere ser castiza y le agradezco la gentileza. Pero ese "buen día" es otro anglicismo solapado. También recurren a él los catalanohablantes. En la vieja Castilla somos más generosos; deseamos al interlocutor plazos de ventura más amplios. Por eso decimos "buenos días" o "que te vaya bien", así, para siempre, no solo para hoy.

José Antonio Fernández Cuesta me envía un documento valiosísimo. Se trata nada menos que de unas instrucciones reservadas del Cuartel General de la OTAN para las tropas aliadas, en este caso, para las españolas. El documento, en inglés y en español, lo firma el contraalmirante J.W. Adamson. Su misión es que los militares empleen un "lenguaje normal" sin recurrir a palabras gruesas, se supone que son las típicas del lenguaje castrense. Ejemplos que deben ser desterrados: guiri de mierda, coño, hostia, puta, cojones, culo, etcétera. y sus compuestos y combinaciones. Me pregunto: "Los altos mandos de la OTAN no tiene otra cosa que hacer? Tengo mucha relación con militares muy instruidos que colaboran conmigo en un seminario del CESEDEN. Son todos doctores universitarios y saben distinguir muy bien cuándo hay que emplear palabras gruesas o no. Lo mismo nos pasa a los civiles que estamos con ellos. No hace falta que nos den instrucciones sobre el particular. Sería tan estúpido tirar de esas expresiones más o menos obscenas en un acto oficial o simplemente formal como evitarlas melindrosamente en una conversación distendida. Todo es una cuestión de gusto, de elegancia, de saber comportarse. Es más, he notado que, en una reunión amistosa con militares, cuando hay alguna señora, los militares, cuando se les escapa un "coño" o un "joder", suelen añadir "con perdón de las señoras". Me parece excesivo en los tiempos que corren. Es más, esa petición de excusas las he percibido cuando dicen "cabrear", un verbo que nada tiene que ver con lo obsceno o lo escatológico. Cada cosa en su tiempo y los nabos en Adviento. Recuerdo al contralmirante Adamson que el presidente Truman dijo por primera vez en público "hijo de puta" para referirse a un contrincante. Bueno, lo dijo con las iniciales "s.o.b", lo que es peor por hipócrita. Desde entonces el inglés formal u oficial de los norteamericanos admite más palabras gruesas que el español.

 

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