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Amando de Miguel

Aporías de un país turístico

La industria turística se ve desacreditada de muchos modos. La prueba es que ni siquiera hay un Ministerio del ramo, cuando lo hay de Agricultura

España es el primer país turístico del mundo. El dato resulta de dividir el saldo turístico (ingresos menos gastos) por los habitantes. Naturalmente, en la comparación no entran los países muy pequeños. Por desgracia, un cálculo tan elemental no lo proporcionan las estadísticas oficiales. Pero es evidente que nuestro país admite cada vez más turistas extranjeros, muchos más que habitantes.

La realidad que digo resulta contradictoria con la conducta de muchos españoles. Para empezar, la industria turística se ve desacreditada de muchos modos. La prueba es que ni siquiera hay un Ministerio del ramo, cuando lo hay de Agricultura, que solo es una fracción minúscula de nuestra economía.

Lo más grave es que durante la temporada alta de los meses estivales el Estado se paraliza. Los funcionarios y políticos se van alegremente de vacaciones o reducen los horarios oficiales. Hasta algunos negocios de hostelería cierran por vacaciones.

Siendo España un país eminentemente turístico, lo lógico es que la mayor parte de sus habitantes fueran bilingües con el inglés, o al menos lo chapurrearan. Pero que si quieres arroz, Catalina. Es notoria la escasa curiosidad de los españoles por aprender las cuatro frases de cortesía en inglés para entenderse con los “guiris”. Por cierto, con ese nombre despreciativo denigran a los turistas extranjeros que nos dan de comer a todos los españoles con sus generosos dispendios. Una observación minúscula. El alcalde de una de las ciudades turísticas de España, en la costa malagueña, no sabe ni una palabra de inglés.

La economía turística, fuertemente estacional, obliga a crear muchos puestos de trabajo temporales. Lejos de sentirse contentos con ello, los gerifaltes sindicales los denigran con el sambenito de “precarios”. Por lo visto, es mejor que sean fijos para que acaben cerrando los empleadores. El modelo perfecto de empleo fijo es el de “liberado” sindical.

Es notorio el desprecio de las alcaldesas podemitas de Madrid y Barcelona por la expansión turística de sus respectivas ciudades. De modo más general, la ideología populista odia la posibilidad de que el comercio haga dinero. La justificación es que “los ricos” no deben enriquecerse más. Pero la ley de la oferta y la demanda tiene más fuerza que las leyes jurídicas. El turista es el gran consumidor. Una rama nueva muy prometedora es el “turismo de compras”.

No todo es bienestar general en la afluencia a España de tantos extranjeros. Son muchas las “deseconomías” o desventajas. Aparte de la congestión del tráfico, está la molestia del ruido y el turismo de borrachera, la prostitución como delincuencia, etc. El turismo más interesante es el de congresos y reuniones. Es lástima que no se haya organizado mejor.


 

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