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Amando de Miguel

¿Clase o casta política?

Si se desacredita a todos los que mandan y se les considera una entidad aparte, estamos muy cerca de impetrar la salvación por un régimen autoritario.

De un tiempo a esta parte se ha puesto de moda calificar despectivamente a los que mandan (Gobierno u oposición) como "clase política". El término se acuñó en Italia hace un siglo por los intelectuales opuestos al sistema parlamentario (Mosca, Pareto). De ahí se iba a derivar el fundamento teórico del fascismo. No son conscientes los críticos actuales de esa genealogía. En efecto, si se desacredita a todos los que mandan y se les considera como una entidad aparte, estamos muy cerca de impetrar la salvación colectiva por un régimen autoritario.

No es solo clase política. Cunde cada vez más la expresión casta política para referirse a lo mismo, al conjunto de los políticos, con independencia de su adscripción ideológica. Juan Ponce arguye que, si no me convence lo de casta, podríamos hablar de la secta. Pero casta y secta son términos acuñados por la Sociología Política y resulta engañoso que podamos manejarlos de manera imprecisa. Don Juan sugiere que acudamos a lo de chupópteros, una calificación que todo el mundo considera un hallazgo del lenguaraz José María García. Sin embargo, lo de chupópteros, aplicado a los políticos, fue un término que divulgó Joaquín Costa hace más de un siglo. Precisamente, el aragonés utilizó también el concepto clásico de oligarquía para referirse a los que mandan de una forma ilegítima. A mí me gusta esa locución de los que mandan, que se utilizó por un sociólogo argentino. Desde luego, rechazo la presunción de que "todos los políticos son iguales" (igualmente corruptos o incompetentes), ni siquiera de forma aproximada.

Otro recuerdo de los regeneracionistas es que recibo muchos comentarios en la línea del arbitrismo, un género muy español, al que tan aficionado era Costa. Consiste en enunciar los remedios totales para los "males de la Patria", se entiende, los políticos. Citaré solo un ejemplo, el del texto que me envía Santiago Valladares. Sus propuestas son muy sensatas: reducir los privilegios de los políticos, eliminar entes públicos poco o nada rentables, castigar a los políticos corruptos. Lo que me maravilla es que el grueso de los españoles informados seguramente están muy de acuerdo con esas propuestas y otras parecidas, pero los que mandan no parecen enterarse. La razón es simple. Las reformas dichas afectan a la situación de privilegio de los políticos. No es fácil tirar piedras contra el tejado de uno.

El auge de la literatura arbitrista se debe a que a muchos españoles nos gustaría ser abogados, como lo son la mayor parte de los políticos. José Antonio Martínez Pons reconoce que los españoles tenemos un alma de abogado, pero también de seleccionador de fútbol. De ahí nuestra querencia por "arreglar este país".

Rectifico con mucho gusto un error que deslicé en un artículo anterior. Decía yo que Al Capone murió en la prisión de Alcatraz. Avelino Rodríguez me hace ver que el famoso criminal falleció tranquilamente en su mansión de Florida después de cumplir la pena en Alcatraz. Nunca consiguieron probar sus crímenes principales (extorsión, contrabando en gran escala, asesinato). Para muchos de sus compatriotas fue siempre un héroe, una especie de Robin Hood de la jungla de asfalto.

En España

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