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Amando de Miguel

Cuestiones personales que pueden interesar a libertarios ociosos

Creo que "liberal" es una buena denominación. No en vano fue una palabra inventada en España y luego se impuso con el sentido político de no conservador y no socialista.

Germán Pérez Calvo me dice que esta seccionilla le gusta mucho "cuando versa sobre temas lingüísticos y apenas me interesa cuando trata temas políticos, ocasiones en las que pierde –a mi juicio– empaque". Bien, sobre gustos no hay disputa. Vaya en mi defensa que yo me acomodo a las opiniones de los corresponsales. No en vano estamos en un periódico de opinión y, por tanto, abundan los correos sobre política. Por otro lado, se ve muy bien que la retórica política tiene mucho que ver con el habla. Lo que yo he llamado politiqués es una continua expresión de cómo se manejan los asuntos públicos. El modelo de esta seccionilla es la columna de William Safire en The New York Times, de enorme éxito. Pues bien, los comentarios lingüísticos de Safire y las oportunas cartas de los lectores se basan fundamentalmente en el habla de los políticos norteamericanos.

María Teresa me dice que tanto en televisión como en Libertad Digital "me parece usted un demócrata. Gracias por escribir lo que pensamos muchos y no podemos [expresarlo]". Muchas gracias por el piropo, pero ser demócrata no quiere decir mucho en estos tiempos que vuelan. Sería igualmente inexpresivo decir que escribo en prosa. Hay que calificar la ideología de uno. Se me ocurre que el mejor adjetivo es liberal, por no seguir con la broma de libertario. Ya es triste que a estas alturas la libertad sea un valor que haya que conquistar, pero sigue siendo el fundamental, como hace siglos. Es cierto que ya no hay esclavos, pero resulta irritante la cantidad de poder que acumulan algunos conjuntos en detrimento de otros. Hasta los criminales aparecen muchas veces "organizados".

Emiliano Castellote (jubilado activo, de 75 años) razona que deberían adoptarse medidas para que los jubilados deseosos de estar ocupados encontraran oportunidades laborales compatibles con su merecida pensión. Apoyo decididamente la idea. Es la mejor forma de aumentar la longevidad, si bien advierto que, cuantos más longevos haya en la población, más altos serán los costes de la Seguridad Social (pensiones, sanidad). Pero bienvenido sea ese exceso de gasto. De todas formas, la pensión que cobra un jubilado normalmente la ha pagado él mismo con creces a lo largo de su vida activa. De mí sé decir que, desde que he llegado a la edad de la jubilación, me encuentro más atareado que nunca por lo que respecta a la actividad liberal de dar conferencias, enviar "emilios" y participar en libros y otros menesteres intelectuales.

Juan Llamas me envía un interesantísimo texto de Hayek en el que el gran pensador liberal se plantea la cuestión de las etiquetas. Hayek no se considera un "conservador" sino un "liberal", si bien ese último término se halla cada vez más viciado por el uso que de él se hace en los Estados Unidos. Hayek se plantea si no sería más acertado adoptar la etiqueta de "libertario", aunque esa palabra tampoco acaba de gustarle. Sigue buscando una voz que traduzca "todo lo que sea desarrollo libre y espontáneo", con las mínimas interferencias del Estado. Considera que su intento de nomenclatura ha fracasado. Por mi parte, creo que "liberal" es una buena denominación. No en vano fue una palabra inventada en España y luego se impuso con el sentido político de no conservador y no socialista. En este rinconcillo de las palabras recurrimos a la voz "libertarios" un poco por chanza y simpatía para referirnos a los corresponsales. La asociación se establece con el título Libertad Digital. No es cuestión de llamarnos "digitalinos". El libertario es el que antepone la libertad a cualquier otro valor político, naturalmente, con el compromiso de la responsabilidad. Entiendo que el PP es el partido más cercano a la defensa de la libertad en España, pero también observo que cada vez se distancia más de ese objetivo. No me extraña que los dirigentes del PP inviten a los liberales a que se vayan del partido. Mas no se van a ir.

Pedro Campos me critica el uso libérrimo de que doy a la palabra "libertario". Tiene razón el hombre, pero solo si se resiste a admitir que en este corralillo de las palabras practicamos el arte irónica o, por seguir con la broma, eutrapélica. No sé por qué vamos a dejar que "libertario" se agote con el sentido que le dio el anarquismo y que ya no tiene ninguna vigencia. Más bien nos sentimos en el polo opuesto de los libertarios anarquistas al identificarnos con los liberales, los que apoyan el principio de la legalidad. En los Estados Unidos libertarian equivale a una persona fanática, de extrema derecha, diríamos en España. Tampoco tiene mucho sentido traducir esa acepción. Simplemente, los "libertarios" en esta seccioncilla son los que se cartean con ánimo curioso y jocundo en el bien entendido de que se trata del más cabal entendimiento de la libertad. Por ejemplo, aplicamos también esa virtud al uso de nuestro idioma para dejarlo suelto, sin alzas ni corsés.

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