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Amando de Miguel

De re politica

Don José María opina que no es ningún desdoro ser miope, bajito o tullido. Añado que, con esa infausta ley en la mano, desaparecería la mitad de la literatura española, desde Quevedo a Cela.

A propósito del privilegio de los altos cargos cuando dejan su puesto, Agustín Fuentes rememora el estupendo ejemplo del presidente Truman, de los Estados Unidos. Hay un gran acuerdo en que fue el mejor presidente que han tenido los norteamericanos. Aparte de los años en la Casa Blanca, siempre vivió en la modesta casa que su mujer había heredado de sus padres. Fue remiso a recibir pensiones y condecoraciones por sus años como político. Se le atribuyen muchas frases ingeniosas. Don Agustín recuerda la de "mis metas en la vida siempre fueron ser pianista en una casa de putas o dedicarme a la política. Para ser sincero, no existe gran diferencia entre las dos". Añado que fue el primer político que, en una campaña electoral, llamó "hijo de puta" (y solo con las iniciales) a su oponente. Su lema, escrito en una tabla sobre su mesa, decía: "Ahora soy yo el que da las cartas" (traduzco libremente). Quería decir que no admitía trampas o que la decisión fundamental le correspondía a él.

José María Navia-Osorio protesta por la afirmación despectiva de José Luis Balbás en una tertulia de Intereconomía. Don José Luis se refería a que Asturias solo representa el 2% del producto y de la población de España. Francisco Álvarez Cascos replicó que "hay que recuperar el orgullo de ser asturianos", con independencia de que sea una región poco poblada o poco productiva. La interpretación de don José María es que "el regionalismo casquista es más bien el de sacar a Asturias del marasmo subvencionado en el que estamos". Recuerda el de Oviedo la tradición de los ilustrados, y no solo el caso de Jovellanos sino el de su antepasado Álvaro Navia-Osorio. Yo añadiría la figura ejemplar de Agustín Argüelles, el autor del famoso preámbulo de la Constitución de Cádiz. Otro día les contaré la estupenda noticia sobre la recuperación de la estatua de Argüelles en Madrid.

Don José María ridiculiza la absurda "ley Pajín", por la que se reprimen las expresiones orales que señalen defectos a las personas. Con muy buen acuerdo, don José María opina que no es ningún desdoro ser miope, bajito o tullido. Añado que, con esa infausta ley en la mano, desaparecería la mitad de la literatura española, desde Quevedo a Cela. No entiendo por qué no voy a poder decir que Rubalcaba es feo e inteligente, por lo mismo que Pajín es fea y tonta. Los insultos y denuestos son esenciales en el habla, lo mismo que los encomios. Solo en casos excepcionales los insultos pueden interpretarse como verdaderas injurias. Para mí que esto de la "ley Pajín" es un entretenimiento para que no nos ocupemos de cosas más serias. Es el conocido "síndrome Esquilache", al que le he dedicado un artículo en La Gaceta. Para don José María la citada ley es una ocasión para repartir generosas subvenciones a gente indocumentada. Algo así puede ser también el Plan Nacional de Alianza de Civilizaciones, orientado a subvencionar a las religiones minoritarias. Por ejemplo, a las mezquitas en algunos pueblos de Asturias. Añado que parece una venganza histórica por lo de Covadonga.

José Antonio Martínez Pons señala, muy acertadamente, que durante la ominosa cuarentena franquista, se produjo una estimable literatura y un buen cine. Añado que el llamado "siglo de oro" de la cultura española coincidió con una época de decadencia económica y política. Resumiendo, que la creación cultural poco tiene que ver con la libertad y el progreso en otros órdenes de la vida. Es triste que así sea, pero así es.

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