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Amando de Miguel

Del azul al naranja

La única forma de que gobierne la derecha es que colaboren sus dos grandes partidos: PP y C's.

La única forma de que gobierne la derecha es que colaboren sus dos grandes partidos: PP y C's.
EFE

El nuevo régimen de 2016 va a tener que eliminar algunas insuficiencias o perversiones del anterior. La primera es el complejo de la derecha, avergonzada de serlo, hasta el punto, incluso, de no ser muy amiga de los símbolos nacionales. O también, la querencia a disfrazarse de socialdemócrata o de centro. Para ello, considera que el principio de igualdad de oportunidades no es de derechas. Gran error. Por lo mismo, ciertas conquistas del mal llamado Estado de Bienestar fueron impulsadas históricamente por la derecha en Inglaterra, Alemania o España.

Durante el último periodo de la Transición (nunca se nos dijo hacia dónde), el Gobierno se ha vestido de azul. No es el azul obrero, claro está. Es el azul cielo más propio de la decoración minimalista y más cerca ahora de las clases pasivas.

Las encuestas anticipan la tendencia: el decorado azul puede ser solapado por el eléctrico naranja. No es aquí el color del protestantismo holandés sino algo bien castizo. La derecha hoy, objetivamente, es azul y naranja, aunque sean colores que combinen tan mal. Hablo del PP y de C's, los dos grandes partidos con representación visible. El problema inquietante es que ninguno de los dos se siente a gusto con la posición que le asignan sus simpatizantes. A ambos les tientan las veleidades socialdemócratas o centristas y pretenden gobernar solos, cada uno con prescindencia del otro. Es la vana pretensión de anteponer el apetito de mandar a la idea de transformar el país.

La estructura partidista de la Transición ha sido la de dos partidos y medio para gobernar. El medio han sido los nacionalistas. La fórmula ha caducado. La única forma de que gobierne la derecha es que colaboren sus dos grandes partidos: PP y C's. El problema, de momento, es que sus dirigentes se desprecian entre sí. Ya se sabe, la cuña de la misma madera.

La derecha tiene que serlo verdaderamente si se atreve a reducir drásticamente el gasto público, el número de funcionarios, de empresas públicas, de organismos públicos improductivos, que son legión. Pero sobre todo la derecha debe perder el complejo de serlo, la estúpida asociación mental con el franquismo o con "los ricos". De forma positiva, la derecha debe ocupar el espacio necesario del liberalismo, nada de neo. Si todo eso lo sabe hacer el PP, sobrevivirá y aun medrará. Si no lo lleva a cabo, será fagocitado por C's. El peor de los supuestos es que tampoco C's sepa hacerlo. En cuyo caso nos espera, no ya la hegemonía cultural de la izquierda (que ya existe), sino la hegemonía política siniestra por los siglos de los siglos.

La naturaleza política aborrece el vacío. Si los partidos de la derecha dejan de serlo, otro ocupará ese puesto. Podría ser, por ejemplo, la Vox que clama en el desierto político. En las encrucijadas, casi por definición, suele abrirse un camino a la izquierda y otro a la derecha.

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