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Amando de Miguel

Dificultades en la anticipación del futuro

Predecir y prever son actividades de la mente; prevenir y proveer pertenecen a la voluntad. Algunas personas con responsabilidad dicen "preveer", pero sin saber lo que dicen.

Primero, habrá que distinguir algunas palabras que tienen que ver con el futuro y que están emparentadas, pero son intercambiables:

  • Predecir: conjeturar lo que puede ocurrir.
  • Prever: imaginar o calcular lo que se estima que va a suceder.
  • Prevenir: prepararse para lo que pueda venir; anticiparse a ese acontecimiento del futuro.
  • Proveer: acopiar los medios necesarios para lo que nos espera en el futuro.
  • Preveer: es un verbo inexistente.

Predecir y prever son actividades de la mente; prevenir y proveer pertenecen a la voluntad. Algunas personas con responsabilidad dicen "preveer", pero sin saber lo que dicen.

Las previsiones o predicciones se basan en datos, tendencias, y, de forma cautelar, harán bien en modularse en forma de probabilidades. De otra forma, no pasarán de una caprichosa adivinación del futuro. La probabilidad es un cálculo razonado para alguna ocurrencia posible. Así pues, resulta absurdo referirse a la probabilidad de un suceso pasado. Aun más estúpido resulta afirmar que "Dios probablemente no existe". La frase publicitada es por lo menos una broma.

En muchas operaciones de anticipar el futuro se confunde el futuro previsible con el deseable. Es otra estupidez hacerlos equivalentes. Esa estupidez es muy general, como se demuestra con la popularidad de los eslóganes voluntaristas del tipo "querer es poder". Por ejemplo, el "sí, podemos" de Obama. Al verbo "poder" se le atribuyen propiedades taumatúrgicas. Con esa mentalidad se puede llegar al absurdo de la profecía enunciada por el director general de Tráfico, Pere Navarro: "en el año 2025 ó 2030 llegaremos a cero muertos por accidentes de Tráfico". Y se queda tan tranquilo. Obsérvese el truco de la cuantificación: si se dice "cero" o fechas concretas, la anticipación parece científica, esto es, en términos de probabilidad. Así se engaña mejor.

Con el mismo truco de la apariencia de probabilidad, el Club de Roma sentenció hace medio siglo que, a comienzos del actual, se habrían acabado el petróleo, la pesca y algunos metales. Nada de eso ha sucedido. Habría que recurrir aquí a la enigmática frase de Felipe González: "No se puede hipotizar el futurible".

El futurible no es más que la anticipación del futuro condicionado a determinados sucesos. Por ejemplo, el petróleo se habría acabado en el año 2000 si no se hubieran descubierto muchas reservas perforando los fondos marinos.

Un ejercicio divertido es hacer futuribles para el pasado. Los historiadores llaman a eso "ejercicios contrafácticos". Por ejemplo, qué habría pasado si Colón hubiera sabido la dimensión exacta del radio terrestre. Seguramente los Reyes Católicos no habrían financiado el viaje del famoso descubrimiento de América. Es una buena ilustración de que a veces la ignorancia es buena. Sería terrible que hubiera adivinos que tuvieran el don de predecir exactamente el futuro. Gracias a que el futuro es desconocido el hombre puede progresar.

Una reacción pueril de los gobernantes es la de rebajar el grado de indeseabilidad de las previsiones para así tranquilizar a la población. Es lo que se llama "política de avestruz", sobre la base falsa de que los avestruces esconden la cabeza cuando avizoran un peligro. Esa reacción de los gobernantes se apoya en la creencia de que las decisiones políticas pueden atenuar los presagios (el futuro indeseable). Es una creencia falsa, de nuevo ingenuamente voluntarista. El argumento puede ser así de pueril: "En marzo de este año vamos a salir de la crisis". ¿Se lo creerá quien lo dice?

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